Aquí tienen una pista de audio en una lengua incógnita. ¿Alguien sabe o puede adivinar cuál es?
jueves, 25 de febrero de 2010
jueves, 18 de febrero de 2010
Está en chino
En nuestra lengua el chino es una metáfora de incomprensibilidad. Cuando queremos decir que una forma de hablar o una cosa es incomprensible solemos usar frases como “me estás hablando en chino” o “esto es chino para mí”. Esta metáfora no se aplica solamente al lenguaje, sino que también podemos usarla para describir la complejidad de un problema matemático o de cualquier fenómeno que no comprendemos: ¡Está en chino!
De todas las lenguas del mundo, pensamos que la más compleja y la más incomprensible es el chino. De esta forma, no sólo el chino es una metáfora sino que también es, para los hispanohablantes, el prototipo de la ininteligibilidad. ¿Pero qué ocurre en las demás lenguas? ¿También se considera al chino, u otras lenguas extranjeras, como algo incomprensible? Y, ¿qué sucede en chino? ¿Hay alguna lengua que los chinos consideren tan difícil, más que la suya, que pueda usarse como metáfora de lo incomprensible?
Después de una pequeña investigación, descubrí que casi todas las lenguas del mundo tienen expresiones idiomáticas análogas y que, por lo general, se toma como punto de referencia una lengua extranjera con otro alfabeto o sistema de escritura. He aquí los resultados de la pesquisa:
Como se puede observar, parece haber unanimidad entre casi todos los hablantes del mundo en que el chino es una lengua compleja e incomprensible. Luego le sigue el griego, cuyo origen parece provenir de la expresión latina Graecum est; non legitur. Esta frase era muy utilizada en la Edad Media entre los monjes escribas que copiaban manuscritos en las bibliotecas monásticas y que tenían poco conocimiento del griego. Algo que seguramente no se esperaban (al menos yo no me lo esperaba) es encontrar que nuestra lengua es considerada incomprensible para varios hablantes de lenguas eslavas y algunos de lenguas germánicas. Siempre pensé que el español tenía fama de ser una "lengua fácil", aun cuando no necesariamente lo sea.
Por último, es realmente interesante constatar que los chinos no usan ninguna otra lengua extranjera como metáfora de incomprensibilidad. Para ellos, lo incomprensible es la lengua de los marcianos, el canto de los pájaros o los misterios del cielo. Es como si supieran que su lengua es el prototipo de la ininteligibilidad y que ninguna otra puede superarla.
Por cierto, en español también se usa la expresión "eso es griego para mí" o “hablarle a alguien en griego”. De esa expresión surgió la palabra gringo como ya lo expliqué hace tiempo en esta entrada.
De todas las lenguas del mundo, pensamos que la más compleja y la más incomprensible es el chino. De esta forma, no sólo el chino es una metáfora sino que también es, para los hispanohablantes, el prototipo de la ininteligibilidad. ¿Pero qué ocurre en las demás lenguas? ¿También se considera al chino, u otras lenguas extranjeras, como algo incomprensible? Y, ¿qué sucede en chino? ¿Hay alguna lengua que los chinos consideren tan difícil, más que la suya, que pueda usarse como metáfora de lo incomprensible?
Después de una pequeña investigación, descubrí que casi todas las lenguas del mundo tienen expresiones idiomáticas análogas y que, por lo general, se toma como punto de referencia una lengua extranjera con otro alfabeto o sistema de escritura. He aquí los resultados de la pesquisa:
Lengua | Expresión idiomática | Traducción aproximada* | Lengua considerada como "ininteligible" |
Afrikáans | Dis Grieks vir my | Esto es griego para mí | Griego |
Alemán | Das kommt mir spanisch vor | Me parece español | Español |
Árabe | يتحدث باللغة الصينية | Hablas en chino | Chino |
Búlgaro | Все едно ми говориш на китайски | Me gusta hablar en chino | Chino |
Catalán | Això està en xinès | Eso está en chino | Chino |
Croata | To su za mene španska sela | Es para mí un pueblo español | Español |
Eslovaco | To je pre mňa španielska dedina | Esto es para mí un pueblo español | Español |
Esloveno | To mi je španska vas | Esto es para mí un pueblo español | Español |
Esperanto | Tio estas Volapukaĵo | Es volapük | Volapük (el idioma artificial de la competencia) |
Finés | Täyttä hepreaa | No tengo una traducción aproximada | Hebreo |
Francés | C’est du chinois | Es chino | Chino |
Griego | Αὐτὰ μοῦ φαίνονται κινέζικα | Esto me parece chino | Chino |
Hebreo | זה סינית בשבילי | Es chino para mí | Chino |
Holandés | Dat is Chinees voor mij | Es chino para mí | Chino |
Húngaro | Ez nekem kínai | Es chino para mí | Chino |
Inglés | That’s Greek to me | Esto es griego para mí | Griego |
Inglés | It’s Double Dutch | Es doble holandés | Holandés |
Italiano | Questo per me è arabo/aramaico | Esto es árabe/arameo para mí | Árabe/arameo |
Japonés | ちんぷんかんぷん | Galimatías | --- |
Latín | Graecum est; non legitur | Es griego; no se lee | Griego |
Lituano | Tai man kaip kinų kalba | Parece chino | Chino |
Macedonio | За мене тоа е шпанско село | Para mí es un pueblo español | Español |
Mandarín | 看起來像天書。/看起来像天书 | Parece un libro del cielo | --- |
Mandarín | 聽起來像鳥語。/ 听起来像鸟语 | Suena como los pájaros | --- |
Mandarín | 聽起來像火星話。/听起来像火星话 | Suena como lengua de Marte | --- |
Polaco | To dla mnie chińszczyzna | Es chino para mí | Chino |
Portugués | Isto é chinês/grego para mim | Esto es chino/griego para mí | Chino/griego |
Rumano | Eşti turc | Son turcos | Turco |
Ruso | Это для меня китайская грамота | Esto es chino para mí | Chino |
Sueco | Det är rena grekiskan | Es puro griego | Griego |
Turco | Konuya Fransız kaldım | No tengo una traducción aproximada | Francés |
Como se puede observar, parece haber unanimidad entre casi todos los hablantes del mundo en que el chino es una lengua compleja e incomprensible. Luego le sigue el griego, cuyo origen parece provenir de la expresión latina Graecum est; non legitur. Esta frase era muy utilizada en la Edad Media entre los monjes escribas que copiaban manuscritos en las bibliotecas monásticas y que tenían poco conocimiento del griego. Algo que seguramente no se esperaban (al menos yo no me lo esperaba) es encontrar que nuestra lengua es considerada incomprensible para varios hablantes de lenguas eslavas y algunos de lenguas germánicas. Siempre pensé que el español tenía fama de ser una "lengua fácil", aun cuando no necesariamente lo sea.
Por último, es realmente interesante constatar que los chinos no usan ninguna otra lengua extranjera como metáfora de incomprensibilidad. Para ellos, lo incomprensible es la lengua de los marcianos, el canto de los pájaros o los misterios del cielo. Es como si supieran que su lengua es el prototipo de la ininteligibilidad y que ninguna otra puede superarla.
Por cierto, en español también se usa la expresión "eso es griego para mí" o “hablarle a alguien en griego”. De esa expresión surgió la palabra gringo como ya lo expliqué hace tiempo en esta entrada.
* Nota: la traducción que ofrezco en la tabla para la mayoría de las expresiones es aproximada. Si alguien tiene una mejor traducción para alguna expresión, no dude en hacérmelo saber en los comentarios.
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domingo, 14 de febrero de 2010
De chile, de dulce y de manteca
He tenido un poco abandonada la blogósfera por motivos de trabajo. Sigo en el mundo de la localización y traducción de software y, aunque ya terminó el proyecto en el que participé el año pasado, ahora estoy en otro. Es un proyecto muchísimo más corto, así que mientras haya chamba mejor lo aprovecho. Ya saben que esta vida de freelance es como una ruleta rusa. El caso es que desde hace un par de semanas me la he pasado trabajando y no me queda tiempo para bloguear ni leer. Ganas no me faltan y, de hecho, hay varias cosas sobre las que he querido escribir, pero en la noche termino exhausta y con las neuronas fundidas. Además estuve diseñando el programa de un seminario de lingüística que voy a impartir en el marco de un diplomado de formación de traductores y eso también me ha tenido algo ocupada los fines de semana. Pero no me quejo porque ese seminario me tiene muy entusiasmada. Últimamente mi vida es demasiado técnica y, sin tiempo para bloguear, todavía más. Así que la docencia me va a regresar un poco al mundo de las ideas, lo cual buena falta me hace.
El poco tiempo que me queda libre durante los fines de semana intento desconectarme de la computadora y de Internet. Hoy, por ejemplo, nos fuimos en bici al centro. Resulta que el gobierno de la Ciudad de México, desde hace como tres años, organiza paseos dominicales en bicicleta desde Reforma hasta el Centro histórico. No entiendo por qué no lo habíamos hecho antes. La verdad es que es uno de los aciertos de este gobierno. No sólo es diversión sana y económica para toda la familia, sino que además promueve la cultura del ciclismo y, sobre todo, crea conciencia sobre la movilidad sustentable. Al pasar entre los demás ciclistas escuché en más de una ocasión comentarios sobre cómo si todos anduviéramos en bici no habría tanto tráfico. ¡Claro! Sólo hace falta que más personas hagan conciencia de que el coche sólo provoca caos.
Lo que sí debo decir es que no me gusta lo que han hecho del Zócalo (y ése es uno de los no-aciertos del gobierno de Marcelo). Cuando no está la pista de patinaje, hay un museo itinerante; cuando no está el museo itinerante, está tomado por manifestantes; cuando no está tomado por manifestantes, hay no sé qué otro evento con gradas y estructuras metálicas espantosas. Es una de las plazas más grandes del mundo y ya no es posible apreciarla en toda su magnitud. Antes, cada vez que llegaba al Zócalo (aunque fuera la enésima vez en mi vida), me impresionaba. Ya no. Lástima que no tenía cámara y que no pude tomar fotos para que entiendan de qué estoy hablando.
Pero ya ni quejarse es bueno. Mejor paso a las recomendaciones cinematográficas del mes:
Invictus
Es la última película dirigida por mi admirado Clint Eastwood. Al principio me decepcioné un poco porque, como nunca leo reseñas, creí que trataría totalmente sobre otra cosa (sobre los años de Nelson Mandela en la cárcel, su liberación y su llegada al poder). Pero qué buena sorpresa me llevé. La película está basada en el libro del periodista británico John Carlin Playing The Enemy (traducido al español como El factor humano). En resumen se trata de la estrategia de Nelson Mandela de utilizar el Mundial de Rugby de 1995, con sede en Sudáfrica, para reconciliar a los negros con los blancos y unir al país. En algún lugar leí que la película es simplista y maniqueísta. Lo del maniqueísmo ni siquiera lo voy a replicar porque me parece una tontería. Respecto al simplismo, es cierto que cuando uno adapta un libro y, sobre todo, un hecho histórico, es difícil no dejar fuera algunas cosas. Pero creo que la película es muy inspiradora y emocionante, además de que está muy bien lograda. Mandela es un ejemplo de tolerancia y reconciliación, un gran estadista como pocos y quizás el último gran líder vivo de este mundo. En la película está muy bien retratado. Realmente vale la pena verla.
A Serious Man (Un hombre serio)
Se trata de la última película de los hermanos Coen. Me pasó algo curioso con ella: cuando salí del cine no estaba segura de si me había encantado o no. Me gustó, pero salí algo desconcertada. Y es que no dejé de pensar en la película toda la noche ni la mañana siguiente. Entre más pensaba en la peli, más me gustaba y me daba cuenta de su genialidad. Es una película bastante críptica y con cierto grado de misticismo. A decir verdad, no estoy muy segura de que sea para todo el mundo. En algún lugar leí que se trata de una adaptación/parodia del libro de Job. La verdad es que, si bien hay algunos paralelismos con ese relato bíblico, yo no la entendí así. Para mí la película tiene más que ver con el misterio de la vida, el cual debemos aprender a aceptar. En todo caso, a quienes les gustan las películas de los Coen les recomiendo que no se la pierdan. Al menos les puedo asegurar que no se sentirán defraudados con el humor negro.
Nota para los lectores no mexicanos: el título de esta entrada es una expresión idiomática mexicana que se usa para describir categorías de tamales, pero que en general significa "de varias clases" o "revoltura" (Diccionario breve de mexicanismos). Como habrán notado, esta entrada es un revoltijo. :P
El poco tiempo que me queda libre durante los fines de semana intento desconectarme de la computadora y de Internet. Hoy, por ejemplo, nos fuimos en bici al centro. Resulta que el gobierno de la Ciudad de México, desde hace como tres años, organiza paseos dominicales en bicicleta desde Reforma hasta el Centro histórico. No entiendo por qué no lo habíamos hecho antes. La verdad es que es uno de los aciertos de este gobierno. No sólo es diversión sana y económica para toda la familia, sino que además promueve la cultura del ciclismo y, sobre todo, crea conciencia sobre la movilidad sustentable. Al pasar entre los demás ciclistas escuché en más de una ocasión comentarios sobre cómo si todos anduviéramos en bici no habría tanto tráfico. ¡Claro! Sólo hace falta que más personas hagan conciencia de que el coche sólo provoca caos.
Lo que sí debo decir es que no me gusta lo que han hecho del Zócalo (y ése es uno de los no-aciertos del gobierno de Marcelo). Cuando no está la pista de patinaje, hay un museo itinerante; cuando no está el museo itinerante, está tomado por manifestantes; cuando no está tomado por manifestantes, hay no sé qué otro evento con gradas y estructuras metálicas espantosas. Es una de las plazas más grandes del mundo y ya no es posible apreciarla en toda su magnitud. Antes, cada vez que llegaba al Zócalo (aunque fuera la enésima vez en mi vida), me impresionaba. Ya no. Lástima que no tenía cámara y que no pude tomar fotos para que entiendan de qué estoy hablando.
Pero ya ni quejarse es bueno. Mejor paso a las recomendaciones cinematográficas del mes:
Invictus
Es la última película dirigida por mi admirado Clint Eastwood. Al principio me decepcioné un poco porque, como nunca leo reseñas, creí que trataría totalmente sobre otra cosa (sobre los años de Nelson Mandela en la cárcel, su liberación y su llegada al poder). Pero qué buena sorpresa me llevé. La película está basada en el libro del periodista británico John Carlin Playing The Enemy (traducido al español como El factor humano). En resumen se trata de la estrategia de Nelson Mandela de utilizar el Mundial de Rugby de 1995, con sede en Sudáfrica, para reconciliar a los negros con los blancos y unir al país. En algún lugar leí que la película es simplista y maniqueísta. Lo del maniqueísmo ni siquiera lo voy a replicar porque me parece una tontería. Respecto al simplismo, es cierto que cuando uno adapta un libro y, sobre todo, un hecho histórico, es difícil no dejar fuera algunas cosas. Pero creo que la película es muy inspiradora y emocionante, además de que está muy bien lograda. Mandela es un ejemplo de tolerancia y reconciliación, un gran estadista como pocos y quizás el último gran líder vivo de este mundo. En la película está muy bien retratado. Realmente vale la pena verla.
A Serious Man (Un hombre serio)
Se trata de la última película de los hermanos Coen. Me pasó algo curioso con ella: cuando salí del cine no estaba segura de si me había encantado o no. Me gustó, pero salí algo desconcertada. Y es que no dejé de pensar en la película toda la noche ni la mañana siguiente. Entre más pensaba en la peli, más me gustaba y me daba cuenta de su genialidad. Es una película bastante críptica y con cierto grado de misticismo. A decir verdad, no estoy muy segura de que sea para todo el mundo. En algún lugar leí que se trata de una adaptación/parodia del libro de Job. La verdad es que, si bien hay algunos paralelismos con ese relato bíblico, yo no la entendí así. Para mí la película tiene más que ver con el misterio de la vida, el cual debemos aprender a aceptar. En todo caso, a quienes les gustan las películas de los Coen les recomiendo que no se la pierdan. Al menos les puedo asegurar que no se sentirán defraudados con el humor negro.
Nota para los lectores no mexicanos: el título de esta entrada es una expresión idiomática mexicana que se usa para describir categorías de tamales, pero que en general significa "de varias clases" o "revoltura" (Diccionario breve de mexicanismos). Como habrán notado, esta entrada es un revoltijo. :P
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jueves, 28 de enero de 2010
lunes, 18 de enero de 2010
Lapsus cálami
Lapsus cálami es una locución latina que, según la RAE, significa literalmente “error de pluma”. Se emplea como locución nominal masculina con el sentido de “error involuntario que se comete al escribir”.
En el libro de 2666 hay una parte donde las correctoras de una editorial “se ponen a hablar de lapsus cálami, muchos de ellos recogidos en un libro publicado en París, titulado acertadamente Museo de errores, y otros seleccionados por Max Sengen, buscador de erratas”. Después las correctoras toman un libro (que no era el Museo de errores francés ni el de Sengen), cuyo título Archimboldi (uno de los personajes principales de 2666) no puede ver, y se ponen a leer en voz alta una selección de perlas cultivadas.
Con esa costumbre detectivesca que a veces tengo, me puse a investigar sobre el tal Max Sengen, pero no encontré nada que confirmara su existencia. En Google su nombre aparece 44 veces, de las cuales la mayoría hacen referencia al fragmento de 2666. Sin embargo, encontré dos referencias que son anteriores al libro de Bolaño. La primera es un libro de 2002 de una tal Gema Delgado, titulado Cómo documentar tu novela y cuyo contenido puede verse en Google Books. En ese libro, Delgado habla de una recopilación de lapsus cálami realizada por el austriaco Max Sengen en su Museo de errores y ofrece la misma lista que aparece en la novela de Bolaño. Pero también dice que fue una amiga la que le envió la lista por correo electrónico, por lo que creo que la fuente original es la segunda referencia que hallé en Google, que es aún más anterior. Se trata de un artículo del lexicógrafo y ortotipógrafo español José Martínez de Sousa publicado en 1998 en la revista Rinconete del Centro Virtual Cervantes. En dicho texto, Martínez de Sousa señala que a los lapsus cálami, en tipografía y bibliología, se les llama mochuelos, y suelen consistir en textos deshilvanados a causa de que el compositor del texto salta de una línea a otra y omite parte de aquel. A su vez, el corrector de pruebas lo deja tal cual por inadvertencia, y el texto sale impreso de esa manera que en ocasiones suscita una sonrisa o una carcajada. Después, nos ofrece una lista de lapsus célebres incluidos “hace tiempo en una obra llamada Museo de errores y publicada por un literato austriaco llamado Max Sengen”.
Es muy probable que Bolaño se haya basado en el texto de Martínez de Sousa; quizás éste sea el "libro" que sacaron las correctoras “cuyo título Archimboldi no pudo ver”. La lista de lapsus es prácticamente la misma y en el mismo orden. Lo raro es que, fuera de las referencias a la novela de Bolaño y las dos que mencioné, no encontré nada más acerca de ese misterioso buscador de erratas, Max Sengen. Es más, no aparece nada en alemán: todas las ocurrencias están en español, y hay dos en portugués.
En todo caso, les voy a copiar aquí algunos de mis lapsus cálami preferidos (el resto los pueden ver en el texto de Martínez de Sousa o leyendo la novela de Bolaño):
En el libro de 2666 hay una parte donde las correctoras de una editorial “se ponen a hablar de lapsus cálami, muchos de ellos recogidos en un libro publicado en París, titulado acertadamente Museo de errores, y otros seleccionados por Max Sengen, buscador de erratas”. Después las correctoras toman un libro (que no era el Museo de errores francés ni el de Sengen), cuyo título Archimboldi (uno de los personajes principales de 2666) no puede ver, y se ponen a leer en voz alta una selección de perlas cultivadas.
Con esa costumbre detectivesca que a veces tengo, me puse a investigar sobre el tal Max Sengen, pero no encontré nada que confirmara su existencia. En Google su nombre aparece 44 veces, de las cuales la mayoría hacen referencia al fragmento de 2666. Sin embargo, encontré dos referencias que son anteriores al libro de Bolaño. La primera es un libro de 2002 de una tal Gema Delgado, titulado Cómo documentar tu novela y cuyo contenido puede verse en Google Books. En ese libro, Delgado habla de una recopilación de lapsus cálami realizada por el austriaco Max Sengen en su Museo de errores y ofrece la misma lista que aparece en la novela de Bolaño. Pero también dice que fue una amiga la que le envió la lista por correo electrónico, por lo que creo que la fuente original es la segunda referencia que hallé en Google, que es aún más anterior. Se trata de un artículo del lexicógrafo y ortotipógrafo español José Martínez de Sousa publicado en 1998 en la revista Rinconete del Centro Virtual Cervantes. En dicho texto, Martínez de Sousa señala que a los lapsus cálami, en tipografía y bibliología, se les llama mochuelos, y suelen consistir en textos deshilvanados a causa de que el compositor del texto salta de una línea a otra y omite parte de aquel. A su vez, el corrector de pruebas lo deja tal cual por inadvertencia, y el texto sale impreso de esa manera que en ocasiones suscita una sonrisa o una carcajada. Después, nos ofrece una lista de lapsus célebres incluidos “hace tiempo en una obra llamada Museo de errores y publicada por un literato austriaco llamado Max Sengen”.
Es muy probable que Bolaño se haya basado en el texto de Martínez de Sousa; quizás éste sea el "libro" que sacaron las correctoras “cuyo título Archimboldi no pudo ver”. La lista de lapsus es prácticamente la misma y en el mismo orden. Lo raro es que, fuera de las referencias a la novela de Bolaño y las dos que mencioné, no encontré nada más acerca de ese misterioso buscador de erratas, Max Sengen. Es más, no aparece nada en alemán: todas las ocurrencias están en español, y hay dos en portugués.
En todo caso, les voy a copiar aquí algunos de mis lapsus cálami preferidos (el resto los pueden ver en el texto de Martínez de Sousa o leyendo la novela de Bolaño):
«La tripulación del buque tragado por las olas estaba formada por veinticinco hombres, que dejaron centenares de viudas condenadas a la miseria» (Dramas marítimos, Gaston Leroux).
«El duque apareció seguido de su séquito, que iba delante» (Cartas de mi molino, de Alphonse Daudet).
«Con las manos cruzadas sobre la espalda, paseábase Enrique por el jardín, leyendo la novela de su amigo» (El día fatal, de Rosny).
«El cadáver esperaba, silencioso, la autopsia» (El favorito de la suerte, de Octave Feuillet).
«—Empiezo a ver mal —dijo la pobre ciega» (Beatriz, de Balzac).
«Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo» (La muerte de Mongomer, de Henri Zvedan).
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martes, 12 de enero de 2010
2666
1. Unas semanas antes de salir de vacaciones pedí a Gandhi.com unos cuantos libros que deseaba desde hace tiempo, con el fin de leerlos en los sagrados momentos de ocio que por fin llegarían a mi vida después de tantos meses de friega. Al preparar mi maleta, una noche antes de irme a la playa, me di cuenta de que uno de los libros (2666 de Roberto Bolaño) tenía mil ciento y cacho de páginas. Aun así me llevé dos libros: el de Bolaño y uno de Daniel Sada. Por supuesto fue mucha ambición de mi parte y no me alcanzó el tiempo para abrir el segundo libro. El de Bolaño lo terminé anoche, a dos días de mi regreso. Es la primera vez en mi vida que devoro una novela de tantas páginas en diez días. Es una de las contadas veces en mi vida que me da tanta pena terminar de leer un libro. La última vez que me sucedió fue con Los detectives salvajes.
2. Con Roberto Bolaño sucede algo curioso: el culto que hay alrededor de su figura parece dar derecho a sus admiradores a interpelar a un compañero de viaje en un autobús, a un vecino de banca en un parque o uno de mesa en un café, que casualmente esté leyendo alguno de sus libros, para hacer un comentario acerca del libro en particular o de Bolaño en general (en este derecho está implícito otro derecho: el de interrumpir la lectura del otro). Uno de los primeros días en la playa estaba concentrada en la lectura, apenas llevaba unas 200 páginas, cuando oí que alguien se detenía cerca de mí y decía algo con respecto al libro o a Bolaño o algo que tenía que ver conmigo en ese momento. Alcé la mirada y vi a un hombre de unos sesenta años que me decía que justamente venía hablando de Bolaño con su hija, que estaba a su lado y tenía mi edad aproximadamente. Me preguntó si había leído Los detectives salvajes y le dije que sí pero que éste me estaba gustando más. No sé por qué le respondí eso, pues en ese momento no necesariamente lo creía (tampoco ahora, que ya terminé, lo pienso necesariamente; pero sobre eso volveré más tarde). Supongo que se lo dije porque no tenía nada de ganas de entablar una tertulia literaria con arena y sol. Supongo también que él no había leído 2666 porque me dijo “bueno, ése es un tabique” (expresión que me parece un poco despectiva para referirse a una obra tan monumental como 2666) y, acto seguido, me volvió a preguntar “¿pero sí leíste Los detectives salvajes?”. En ese momento di por terminada la conversación que de todos modos no me apetecía, y volví a la lectura.

3. 2666 está compuesta por cinco partes. Ante la inminencia de su muerte, Bolaño dejó instrucciones a su editor para que la novela se publicara en forma de cinco libros independientes, con el fin principal de dejar asegurado el futuro económico de sus hijos. Cuando Bolaño murió, tras una lectura del trabajo, el editor junto con los herederos decidieron publicarla toda entera para respetar el valor literario de la obra. Qué bueno que así lo hicieron. Si bien cada parte podría leerse y entenderse de forma independiente, éstas comparten un tejido común; forman parte de una totalidad. Eso no impide que la novela pueda tener otro tipo de lecturas o relecturas. A mí se me antoja, de hecho, releerla en otro orden.
2666 es una novela inacabable cuyas historias se quedan abiertas, sin un final acabado. Esto no significa que sea una obra inacabada o interrumpida. De hecho, ese estilo no es nuevo en Bolaño. Como dice Ignacio Echevarría, el amigo del escritor que se ocupó de sus asuntos literarios tras su muerte, si Los detectives salvajes se hubiera publicado póstumamente, seguramente muchos habrían especulado también acerca de su inacabamiento. Quizás a Bolaño no le alcanzó la vida para pulir más algunas partes de 2666, pero es muy probable que la versión que hoy podemos leer es muy similar la que él hubiera publicado estando vivo.
4. Es difícil decir de qué se trata 2666 porque en esta novela convergen varias historias: la de un misterioso escritor alemán cada vez más en boga pero que nadie, salvo su editor, ha visto nunca, la de sus críticos europeos, la de un profesor chileno de filosofía que por azares del destino acaba en una ciudad de Sonora azotada por crímenes de mujeres, la de un periodista afroamericano que también va a dar a esa ciudad y la de los mismos crímenes. A su vez en esas historias convergen un sinfín de subhistorias contadas por los personajes. Sin embargo, creo que el tejido común que comparten todas esas historias es la ciudad de Santa Teresa, fiel trasunto de Ciudad Juárez, en la frontera de México con los Estados Unidos. Y el telón de fondo es la ola (o más bien el goteo) de feminicidios que ahí ocurren. Por algo el epígrafe de Baudelaire que abre la novela dice: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”.
La parte de los crímenes, que es la cuarta de la novela, es de hecho la más densa y siniestra de todo el libro: en ella se describen cada uno de los crímenes que ocurrieron en Santa Teresa en un período de cuatro años. Estoy segura de que los lectores que no terminan de leer esta novela se quedan ahí. Yo misma estuve tentada en algunos momentos de, si no dejar el libro, sí saltarme algunas partes. Pero no lo hice. Me quedé pensando que la intención de Bolaño era precisamente crear en el lector la misma sensación de hastío y de horror que se vivía en Ciudad Juárez. Por lo demás, afortunadamente las descripciones de los crímenes se alternan con otras historias que lo hacen más llevadero: las de algunos policías judiciales, las de unos periodistas, la de un curioso profanador de iglesias, la de una diputada feminista, etc.
5. Una de las cosas que más admiro de Bolaño como narrador es su audacia para crear polifonía. No sólo es capaz de dar voz a distintos personajes que cuentan un sinfín de historias a manera de anécdotas, recuerdos, sueños, relatos de otros personajes que nunca conocemos, sino que además tiene una habilidad admirable para cambiar de registro. El crítico habla como crítico, el policía habla como policía, el personaje español habla como español y el mexicano como mexicano. Todos esos cambios se dan con una naturalidad indiscutible y casi sin que nos demos cuenta de ello.
6. Los detectives salvajes me conmocionó cuando la leí hace algunos años, e inmediatamente entró en mi lista de libros imprescindibles. Ahora me topo con esta obra monumental y me quedo sin palabras. No hay por qué elegir entre las dos, pero creo que, como leí en algún lugar, Los detectives salvajes es el taller que hace posible 2666.
2. Con Roberto Bolaño sucede algo curioso: el culto que hay alrededor de su figura parece dar derecho a sus admiradores a interpelar a un compañero de viaje en un autobús, a un vecino de banca en un parque o uno de mesa en un café, que casualmente esté leyendo alguno de sus libros, para hacer un comentario acerca del libro en particular o de Bolaño en general (en este derecho está implícito otro derecho: el de interrumpir la lectura del otro). Uno de los primeros días en la playa estaba concentrada en la lectura, apenas llevaba unas 200 páginas, cuando oí que alguien se detenía cerca de mí y decía algo con respecto al libro o a Bolaño o algo que tenía que ver conmigo en ese momento. Alcé la mirada y vi a un hombre de unos sesenta años que me decía que justamente venía hablando de Bolaño con su hija, que estaba a su lado y tenía mi edad aproximadamente. Me preguntó si había leído Los detectives salvajes y le dije que sí pero que éste me estaba gustando más. No sé por qué le respondí eso, pues en ese momento no necesariamente lo creía (tampoco ahora, que ya terminé, lo pienso necesariamente; pero sobre eso volveré más tarde). Supongo que se lo dije porque no tenía nada de ganas de entablar una tertulia literaria con arena y sol. Supongo también que él no había leído 2666 porque me dijo “bueno, ése es un tabique” (expresión que me parece un poco despectiva para referirse a una obra tan monumental como 2666) y, acto seguido, me volvió a preguntar “¿pero sí leíste Los detectives salvajes?”. En ese momento di por terminada la conversación que de todos modos no me apetecía, y volví a la lectura.

3. 2666 está compuesta por cinco partes. Ante la inminencia de su muerte, Bolaño dejó instrucciones a su editor para que la novela se publicara en forma de cinco libros independientes, con el fin principal de dejar asegurado el futuro económico de sus hijos. Cuando Bolaño murió, tras una lectura del trabajo, el editor junto con los herederos decidieron publicarla toda entera para respetar el valor literario de la obra. Qué bueno que así lo hicieron. Si bien cada parte podría leerse y entenderse de forma independiente, éstas comparten un tejido común; forman parte de una totalidad. Eso no impide que la novela pueda tener otro tipo de lecturas o relecturas. A mí se me antoja, de hecho, releerla en otro orden.
2666 es una novela inacabable cuyas historias se quedan abiertas, sin un final acabado. Esto no significa que sea una obra inacabada o interrumpida. De hecho, ese estilo no es nuevo en Bolaño. Como dice Ignacio Echevarría, el amigo del escritor que se ocupó de sus asuntos literarios tras su muerte, si Los detectives salvajes se hubiera publicado póstumamente, seguramente muchos habrían especulado también acerca de su inacabamiento. Quizás a Bolaño no le alcanzó la vida para pulir más algunas partes de 2666, pero es muy probable que la versión que hoy podemos leer es muy similar la que él hubiera publicado estando vivo.
4. Es difícil decir de qué se trata 2666 porque en esta novela convergen varias historias: la de un misterioso escritor alemán cada vez más en boga pero que nadie, salvo su editor, ha visto nunca, la de sus críticos europeos, la de un profesor chileno de filosofía que por azares del destino acaba en una ciudad de Sonora azotada por crímenes de mujeres, la de un periodista afroamericano que también va a dar a esa ciudad y la de los mismos crímenes. A su vez en esas historias convergen un sinfín de subhistorias contadas por los personajes. Sin embargo, creo que el tejido común que comparten todas esas historias es la ciudad de Santa Teresa, fiel trasunto de Ciudad Juárez, en la frontera de México con los Estados Unidos. Y el telón de fondo es la ola (o más bien el goteo) de feminicidios que ahí ocurren. Por algo el epígrafe de Baudelaire que abre la novela dice: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”.
La parte de los crímenes, que es la cuarta de la novela, es de hecho la más densa y siniestra de todo el libro: en ella se describen cada uno de los crímenes que ocurrieron en Santa Teresa en un período de cuatro años. Estoy segura de que los lectores que no terminan de leer esta novela se quedan ahí. Yo misma estuve tentada en algunos momentos de, si no dejar el libro, sí saltarme algunas partes. Pero no lo hice. Me quedé pensando que la intención de Bolaño era precisamente crear en el lector la misma sensación de hastío y de horror que se vivía en Ciudad Juárez. Por lo demás, afortunadamente las descripciones de los crímenes se alternan con otras historias que lo hacen más llevadero: las de algunos policías judiciales, las de unos periodistas, la de un curioso profanador de iglesias, la de una diputada feminista, etc.
5. Una de las cosas que más admiro de Bolaño como narrador es su audacia para crear polifonía. No sólo es capaz de dar voz a distintos personajes que cuentan un sinfín de historias a manera de anécdotas, recuerdos, sueños, relatos de otros personajes que nunca conocemos, sino que además tiene una habilidad admirable para cambiar de registro. El crítico habla como crítico, el policía habla como policía, el personaje español habla como español y el mexicano como mexicano. Todos esos cambios se dan con una naturalidad indiscutible y casi sin que nos demos cuenta de ello.
6. Los detectives salvajes me conmocionó cuando la leí hace algunos años, e inmediatamente entró en mi lista de libros imprescindibles. Ahora me topo con esta obra monumental y me quedo sin palabras. No hay por qué elegir entre las dos, pero creo que, como leí en algún lugar, Los detectives salvajes es el taller que hace posible 2666.
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