jueves, 29 de octubre de 2009

El terrorismo estilístico del autor y la contraestrategia de la traductora

El compromiso de Hubert Aquin como escritor, más que un asunto político, era una cuestión ontológica y de identidad tanto personal como colectiva. Para él no era fácil ser quebequés y eso tenía que traducirlo en términos literarios. No olvidemos que para el escritor quebequés de los años sesenta el ¿quién soy yo? se traducía “más concretamente por ¿cómo escribir un libro?”Aquin, en tanto escritor quebequés, se compromete a serlo verdaderamente y crea su propio estilo, al que describe como malheur d’expression.

En la literatura Aquin también se enfrentó con sus propios impulsos destructivos, y el primer blanco de su terrorismo estilístico fue su propio lenguaje. La sintaxis, la forma, el significado de las palabras, todo lo que conforma el arte de escribir será víctima de constantes atentados estilísticos:

La novela ya empezó a estallar como una vieja barraca a la que se hubiera aplicado la bomba H. Ya no hay narración, ni estructura narrativa, ni lógica cronológica, ni historia. A los novelistas se les paga por saber que deben presentar sus novelas fuera de toda tradición narrativa y de acuerdo con varios cuentos que son característicos de lo que se escribe y de los tiempos en que vivimos.

Un elemento formal muy típico de Hubert Aquin que contribuye al efecto de incoherencia en sus novelas es lo que él mismo llama verbigeración. En psiquiatría, la verbigeración es una alteración específica del curso del pensamiento que se manifiesta mediante discursos incoherentes con repeticiones, alteraciones de palabras y numerosos neologismos, que hacen algunos enfermos aquejados con demencia. Magnant, el personaje principal de Trou de mémoire, se dice afectado por esta enfermedad, afligido por una verdadera graforrea: un discurso descosido que a menudo se parece al delirio, caracterizado por una tasa elevada de neologismos. Descritas en Trou de mémoire, estas “alteraciones del lenguaje” de origen psicopático parecen inspirar el estilo de Hubert Aquin. El uso de un léxico docto produce indiscutiblemente un efecto de ‘verbigeración’: apilamiento de palabras en apariencia grecolatinas que apenas se distinguen, para el simple lector, de los neologismos. He ahí un aspecto difícil de la prosa aquiniana y que algunos encuentran irritante.

Así, en Prochain épisode, los neologismos acuñados por Aquin se construyen a partir de reglas morfológicas normales, como la verbalización o la adjetivación de sustantivos. Por ejemplo, Equanil, que es la marca de un tranquilizante, se convierte en équanile. Además no podemos pasar por alto el hecho de que la novela la escribió Aquin mientras estaba internado en un instituto psiquiátrico. Es muy probable que el autor estuviera bajo los efectos de fuertes medicamentos como antidepresivos y ansiolíticos. De hecho, el narrador hace referencia a algunas de esas “drogas”. Y eso es importante para entender por qué muchos párrafos de la narración pueden sonar tan alucinados.

Una segunda estrategia consiste en inventar una palabra a partir de morfemas cuyo sentido es claro o accesible y que, por lo tanto, no le salta tanto al lector. El uso de raíces, prefijos y sufijos grecolatinos les da a esas palabras una apariencia científica, de forma que a menudo casi no se distinguen de las verdaderas palabras técnicas.

Decir que ante semejante subversión estilística la traductora se vio en la necesidad de llevar a cabo una contraestrategia, en ningún momento debe leerse como un intento por “poner orden” en el texto. La contraestrategia a la que me refiero tiene que ver más con el tipo de lectura que tuve que hacer para poder traducirlo. Traducir es una forma de leer, pero también de entender. Y es que la traducción no es tarea fácil: requiere de un acercamiento al texto distinto al de los otros lectores, pero, al mismo tiempo, requiere también de un alejamiento que le permita al traductor concebir el texto como una estructura independiente de la cual no puede --y no debe-- apropiarse.

Prochain épisode no es un texto fácil. Para traducirlo tuve que enfrentarme con un estilo alternado, oraciones tramposas, palabras inventadas, alusiones históricas, ecos literarios, figuras retóricas, metáforas y licencias poéticas, así como con todo un repertorio de referencias geográficas. Si en el lector común este tipo de escritura tiene un efecto, ni se diga de lo que provoca en el lector-traductor. Es en ese sentido que hablo de una contraestrategia: en el sentido de perder el miedo frente a un texto que impone. Esa contraestrategia implicó también llevar a cabo una lectura más avispada, con miras a poder pasarlo después a mi propia lengua.

Ya en lo que respecta a la traducción en sí misma, es decir al paso de una lengua a otra, mi estrategia fue igual de subversiva que la del autor y, en la medida de lo posible, procuré apegarme al original, respetando así “su estilo terrorista”. Intenté que en la traducción se vieran las mismas repeticiones, los mismos excesos, las mismas aliteraciones (cuando las hubo) y las mismas licencias literarias que se leen en el original. Después de todo, si para Aquin la literatura era una especie de formalismo en el que el contenido era secundario, lo menos que puedo hacer, si pretendo ser leal, es apegarme a esa intención.

Una tentación que evité fue la de hacer una “traducción didáctica”. Al escribir Prochain épisode y sus otras novelas, Hubert Aquin asumió que su lector poseería ciertos conocimientos y que, por ende, podría distinguir donde hay algo implícito o entender las alusiones hipertextuales. Aunque también podría ser que no lo asumió y que no le importó si el lector llegaba o no a captarlo. De cualquier modo, Aquin no es un autor didáctico y no le explica nada a su lector. Esa es la razón por la cual no veo la necesidad de poner notas de traductor (que por lo demás me parecen salidas fáciles) ni glosarios. Hacerlo implicaría atentar contra la voluntad de estilo de un autor que, finalmente, pretendió obligar a su lector a un ejercicio de interpretación.

Y para quienes tienen curiosidad de leer esa traducción, aquí les va. Se trata de los primeros dos capítulos de su novela Prochain épisode que, como ya comentaba, traduje para mi tesina de traducción. El texto lo traduje hace siete años y desde entonces no lo he tocado. Es muy probable que si me pusiera a cotejarlo de nuevo con el original, encontraría problemas y cambiaría cosas (mi entendimiento de la lengua francesa, de la lengua española y del mundo en general no es el mismo hoy que el de entonces). Pero por lo pronto es lo que hay y no tengo tiempo de revisarla. Eso sí, siete años han pasado pero el proyecto de algún día traducir toda la novela aún no me abandona.

Una disculpa por publicarla de este modo, pero esta traducción es inédita y es la única forma que se me ocurrió para protegerla. Si hacen clic en Fullscreen, y después en los signos de más y menos del Zoom, podrán verla más grande.

Próximo episodio



sábado, 24 de octubre de 2009

Prochain épisode, la novela espejo


He who wonders discovers that is in itself a wonder.
M.C. Escher

Reste à savoir lequel des deux habite le rêve de l’autre.

Jean-Paul Sartre



Prochain épisode (Próximo episodio) es una novela dentro de una novela. Al leerla, se tiene la impresión de estar ante una de esas muñecas rusas que contienen en su interior una más pequeña que, a su vez, contiene otra más pequeña, y así sucesivamente. Como ya lo mencioné, Hubert Aquin la escribió en una clínica psiquiátrica de Montreal, donde estuvo encerrado en espera de un proceso judicial por portación de armas. El narrador de Prochain épisode, joven revolucionario encarcelado en un instituto psiquiátrico que decide escribir una novela de espionaje, es sobre todas las cosas el doble y la imagen en el espejo de Aquin escribiendo. Y es que a lo largo de toda la novela, sentimos la presencia del autor detrás de su narrador, cuestionando la validez de sus afirmaciones.

Escher. Drawing hands

Bajo la lógica del pensamiento aquiniano, la situación del narrador de la novela serviría como una especie de analogía para la condición del nacionalista quebequés dentro de la sociedad canadiense; sus políticas serían meros síntomas de una adolescencia perturbada, de un periodo difícil que, con un poco de ayuda, se podrían negociar con éxito. De ahí que necesite terapia y alguna actividad compensatoria para canalizar su energía destructiva. No obstante, su pereza, o acaso su “cansancio cultural”, lo lleva a renunciar a cualquier pretensión de originalidad, cualquier deseo de innovación. Decide escribir una novela de espionaje de acuerdo con los cánones establecidos. Su novela, como la historia del pueblo quebequés, está escrita por adelantado; las reglas del género no permiten improvisación y el narrador-autor descubre rápidamente que está preso dentro de los confines de una estructura que nunca inventó.

Este proyecto narrativo, sin embargo, es “la crónica de un fracaso anunciado”. El héroe de la novela de espionaje termina asimilándose al narrador y la narrativa que se proyectaba en tercera persona abre paso al relato en primera persona. Pero no sólo el proyecto narrativo está condenado al fracaso, lo está también el proyecto revolucionario de su narrador-héroe, debido a la imposibilidad de asesinar a un profesor suizo de historia romana y así de cumplir con la misión que se le encomendó. El joven revolucionario se queda paralizado por la contemplación de la superioridad aplastante de su adversario, superioridad que entonces toma alusiones místicas. El narrador será eternamente incapaz de matarlo, pero además tampoco debe hacerlo porque sería como destruir la otra mitad de sí mismo. A pesar de las tres confrontaciones entre el narrador y su adversario, el asesinato se quedará inconcluso, en una especie de impasse del autor-narrador-héroe, de todos ellos juntos que, como el pueblo quebequés, se hallan sumergidos en un combate ritualizado. De ahí que el lector también se quede en espera del “próximo episodio”.

Dice Anthony Purdy que Prochain épisode “es un texto difícil y frecuentemente frustrante”, y en cierto modo tiene razón: está lleno de metáforas y simbolismos que obligan al lector a un ejercicio que va más allá de la lectura por mero placer. Pero al mismo tiempo, creo que al conocer lo que se esconde detrás de estas metáforas, la lectura acaba siendo para el lector como descubrir los escondites y los pasadizos secretos de un laberinto paginado.

Para Aquin, la manifestación literaria más perfecta de las novelas teóricas del conocimiento es el Ulises de Joyce, cuyas interpretaciones han demostrado que “la proliferación de signos es una técnica de composición o, si se prefiere, una manera decorativa de presentar una historia”. En Prochain épisode, Aquin utiliza técnicas similares a las de Joyce (juego de perspectivas, presencia de muchos niveles de significación, alusiones literarias e históricas) para ilustrar las relaciones entre el proceso histórico y la creación artística, ambos asumiendo su sentido en la perspectiva de la realidad del Quebec contemporáneo.

Nada es casualidad en Aquin. Su novela está tejida en una compleja red de alusiones históricas y literarias que no sólo encarnan las ideas del autor, sino las ambigüedades y oposiciones que son la esencia misma de la novela. Así, gran parte de la novela se desarrolla en Suiza, y no está de más decir que ese país es un crisol lingüístico y cultural. Tampoco sobra decir que Suiza es un símbolo del exilio, lugar donde posteriormente se exiliará Aquin, y donde también se exiliaron Byron y Joyce. Luego está la serie de alusiones a César y los helvecios. El narrador descubre la “correlación sutil entre la historia de los helvecios y su propia historia”, lo cual a primera vista sugiere una relación analógica entre la situación de Quebec y la de las naciones conquistadas por César. Pero un segundo vistazo nos conduce al hecho de que los descendientes de las víctimas del emperador romano, los galos y los helvecios, representan una de las fuerzas colonizadoras contra las cuales Quebec busca afirmar su propia identidad, y, como señala Patricia Smart, “cuando se piensa en las implicaciones federalistas de la alusión a la historia helvética, uno se halla perdido en un laberinto de significados contradictorios”.

Por otro lado, los ecos literarios del texto evocan las identificaciones del autor, pero sobre todo las de su narrador revolucionario que se haya encerrado. En la novela hay alusiones a Balzac, siempre asociado con Ferragus, el personaje de su novela Histoire des Treize; a Byron, asociadas con la noche en la que escribió el poema narrativo El prisionero de Chillon; más adelante, Aquin alude también a Mazzini, Chernychevski y Bakunin, escritores al mismo tiempo que militantes exiliados y encarcelados. Todos esos héroes literarios e históricos tienen en común que, de una u otra forma, se relacionaron con el movimiento romántico del siglo diecinueve.

Quizás influenciado por Nabokov, a partir de la lectura de Pale Fire, cuya forma, según Aquin, “está constituida por diversas formas de relato: poema, ensayos, recuerdos, análisis filosóficos, etcétera”, la novela está escrita en una alternancia de estilos: poesía y prosa. Por un lado, observamos un lirismo puro, hasta sobrado, que traduce los principales temas de la novela (el encarcelamiento, el suicidio, la revolución) en una serie de metáforas y figuras retóricas relacionadas con la inmersión, la ascensión a las cimas y una letanía evocadora de espacios geográficos de los dos países donde se desarrolla la acción. También está presente la fuerte identificación de la mujer (K) con el país (Kebec). Pero por otro lado, paralelamente a este lirismo, el lector no puede pasar por alto los efectos de una prosa absoluta y neutra.

Esta oscilación entre estilos es fundamental para la forma que Hubert Aquin pretende darle a su novela: contradictoria y tramposa. Está escrita en trompe l’oeil. Además esto le permite distanciarse de su propio drama, subordinando el contenido a la búsqueda formal: “En ‘Prochain épisode’, aun cuando la haya escrito en condiciones particulares, me preocupó más la forma que el contenido, puesto que el mismo contenido podría haber encontrado otra forma”.

Todo esto nos conduce a los elementos barrocos del texto. El barroco literario apasionaba a Hubert Aquin (de hecho impartió cursos de ello en la Universidad de Quebec en Montreal). En el pensamiento de Umberto Eco descubre el concepto de apertura, esencialmente barroco, que compromete la participación del lector en la creación de sentidos múltiples. En sus novelas, Aquin retomó los principales rasgos barrocos, como los enigmas construidos por el artífice y la disimulación, el trompe-l’oeil, lo inacabado, la fluidez, la incertidumbre y los puntos de vista múltiples.

La misma forma como la novela está escrita es fascinante, pues nos obliga a los lectores a identificarnos con el desconcierto y la confusión del narrador. La oscilación entre estilos opuestos, entre alusiones históricas y literarias que se presentan como pistas desconcertantes hacen que uno como lector, al igual que el narrador, acabe sintiéndose extraviado.

No te pierdas la próxima y última entrega: "El terrorismo estilístico del autor y la contraestrategia de la traductora"

Referencias

Aquin, Hubert (1998c). “Littérature et aliénation”, en Blocs érratiques, Textes (1948-1977) rassemblés par René Lapierre, Québec: Éditions Typo

Paterson, Janet & Marilyn Randall (1993). Trou de mémoire, édition critique établie par Janet M. Paterson et Marilyn Randall, Montreal : Bibliothèque Québécoise

Purdy, Anthony (1990). A certain difficulty of being. Essays on the Quebec Novel, Montreal: McGill-Queen’s University Press

Smart, Patricia (1973). Hubert Aquin, agent double : la dialectique de l'art et du pays dans Prochain épisode et Trou de mémoire, Montreal : Université de Montréal

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sábado, 17 de octubre de 2009

Cierta dificultad de ser

Gran parte del pensamiento filosófico y político de Hubert Aquin, que además se verá plasmado en su obra literaria, parece haber sido influido por su reflexión sobre la declaración de Lord Durham, gobernador general de Canadá en 1839, de que los canadienses franceses eran un pueblo sin literatura y sin historia. Así, en "La fatigue culturelle du Canada français"*, Aquin dice que la historia obviamente les pertenecía a los canadienses ingleses y que lo único que podían hacer ellos, los canadienses franceses, era tomarla como se toma un tren.

Para Hubert Aquin, el Canadá francés no tiene historia porque sufre de una incapacidad crónica para contar su propia historia, y aunque algunas veces los canadienses franceses desempeñan el papel principal, lo será siempre en una historia que ellos no escribieron. La misma distinción entre causas históricas y remedios políticos subraya el uso consistente que durante este periodo hace Aquin de los términos Canadá francés y canadiense francés, un uso que hoy podría parecer sorprendente, ya que estamos acostumbrados a escuchar los términos Québec y quebequés en un contexto nacionalista. Pero este uso es deliberado y de ninguna forma compromete su postura separatista; por el contrario, es el término que mejor evoca la realidad ambigua y la dualidad psicológica de su pueblo.

Así, observando las secuelas psicológicas que el ser una minoría había dejado en su pueblo (autocastigo, masoquismo, autodevaluación, depresión, falta de entusiasmo y vigor), Aquin llega a la conclusión de que los canadienses franceses se hallan en un estado de "cansancio cultural": "El problema no es escribir historias que ocurran en Canadá, sino asumir plena y dolorosamente toda la dificultad de su identidad. El Canadá francés, como Fontenelle en su lecho de muerte, experimenta ‘cierta dificultad de ser’".

A principios de los sesenta, Aquin experimenta un rechazo hacia la escritura, porque como artista sentía que estaba desempeñando un papel que le habían asignado: el de un subordinado talentoso. De este modo, al rechazar su talento, no sólo rechazaba todo lo que tenía que ver con su dominación, sino también la condición compensatoria y hasta "terapéutica" de la literatura en una situación social que él definía como colonial y paternalista:
Siempre pensé que había cierta ambigüedad en la aplicación de esta noción a la literatura puesto que postula que la producción literaria es una actividad compensatoria en nuestra sociedad y que el escritor sería, de cierta forma, un loco ideal que se dedicaría a sus elucubraciones mientras que todo el mundo está ocupado produciendo ‘seriamente’.

El problema de la identidad individual y nacional es fundamental en las tres novelas de Hubert Aquin, quizás hasta el grado de constituir el foco mismo de ellas. No obstante, para Aquin, esta búsqueda de identidad no implica, como para muchos de sus contemporáneos, el uso del joual en la literatura quebequesa. El joual, habla popular de los canadienses franceses, muy contaminada de anglicismos, se convirtió para muchos escritores de la época en un símbolo de la identidad quebequesa. Su uso hacía referencia a la cuestión de ser originales que tanto buscaban desde el siglo XIX, cosa que para Aquin no iba por ese camino: "un pueblo puede expresarse de forma bien original aunque use, para ello, una lengua de la que no tenga la exclusividad".

La literatura joual es, desde su óptica, "la literatura de la incomunicación". Después de todo, quienes usan esa lengua corrompida lo hacen para expresar un monólogo interior; y, para Aquin, "la verdadera dialéctica es diálogo y no paralelismo de dos monólogos".

Incomprendido, Aquin fue un extranjero en su propio país. Fue el anticlérigo por excelencia, el más alejado, el único que podía estigmatizar de una manera definitiva su cansancio extremo. Quebec lo conoció y lo leyó, pero no lo reconoció. Hoy en día está confinado al terreno de los especialistas y de los teóricos de la literatura. Con motivo de los veinte años de su muerte, en 1997, Lamberto Tassinari escribió:
Aquin es el escritor que más y mejor ha sentido, vivido y representado la dificultad de ser moderno y quebequés. Aquel que encarnó el drama de la modernidad huidiza y fuera de alcance conjugando, en su escritura, su propio destino individual con el porvenir histórico de la sociedad quebequesa. Su obra es el lugar donde se juega trágicamente la búsqueda de sentido existencial y político de toda minoría, de toda la humanidad... Pero Quebec no quiere leerse.

No te pierdas la próxima entrega: Prochain épisode, la novela espejo

* "La fatigue culturelle du Canada français" fue publicado en Liberté en mayo de 1962. Ese ensayo constituyó una réplica a un artículo de Pierre Elliot Trudeau (quien posteriormente, en 1968, se convertirá en primer ministro de Canadá), "La nouvelle trahison des clercs", publicado un año antes en la revista Cité libre. El ensayo de Aquin es considerado como uno de los más importantes, sino es que el más, de sus escritos políticos.

Referencias

Aquin, Hubert (1998a). "La fatigue culturelle du Canada français", en Blocs érratiques, Textes (1948-1977) rassemblés par René Lapierre, Québec: Éditions Typo

Aquin, Hubert (1998b). "Le joual-refuge", en Blocs érratiques, Textes (1948-1977) rassemblés par René Lapierre, Québec: Éditions Typo

Aquin, Hubert (1998c). "Littérature et aliénation", en Blocs érratiques, Textes (1948-1977) rassemblés par René Lapierre, Québec: Éditions Typo

Tassinari, Lamberto (1997). "Oublier Hubert Aquin ?", en Le Devoir.

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sábado, 10 de octubre de 2009

Hubert Aquin, el agente doble

Hubert Aquin vivió intensamente su vida, a la que insertó el sentido dramático que posteriormente plasmaría en su obra. Nacido en Montreal en 1929, en el seno de una familia modesta, Aquin vio siempre en su padre a un colonizado, que además trabajaba como esclavo, partiendo cada día desde muy temprano para regresar a casa en la noche. "En esa época, su padre jugaba golf los fines de semana con los patrones y los grandes clientes. Y como los anglófonos controlaban los negocios, Jean Aquin se llamaba John Aquin... Eso era una humillación". Es muy probable que la voluntad de independencia de Quebec, que Aquin promovía, haya sido desencadenada por esa percepción del padre colonizado. Después de todo, la generación que se rebeló lo hizo porque vio a sus padres y a sus abuelos sumisos, resignados y valorándose a sí mismos sólo al asimilar a su dominador.

Aquin estudió filosofía en la Universidad de Montreal y continuó sus estudios en París, donde obtuvo un doctorado en estética en 1954. A su regreso a Montreal, se convirtió en realizador y animador de TV para Radio Canada y, a partir de 1959, para el Office National du Film. Esos proyectos le permitieron viajar: en noviembre de 1961 visitó Dakar, el Reino de Dahomey y Abidján (lugares mencionados en su novela Trou de mémoire) y se trasladó a Francia el 11 de junio de 1962, donde consiguió entrevistas con Albert Memmi, autor de uno de los textos teóricos más importantes sobre el movimiento de descolonización (Portrait du colonisé), y con Olympe Bhêly-Quénum, escritor de Dahomey, cuyo nombre le servirá posteriormente de inspiración para el del personaje africano de su novela Trou de mémoire.

La década de los sesenta empieza para Aquin con el inicio de su carrera política. Mientras trabajaba en la Bolsa de Montreal empezó a militar en el RIN, llegando a ser en 1963 su vicepresidente. Paralelamente, lo nombran en 1961 director de la revista Liberté, la cual padece por ello una creciente politización, al grado que en noviembre de ese año Aquin anuncia en un editorial: "La revista Liberté puede considerarse como una agresión". Sus principales blancos son los sistemas religioso, político y educativo de Quebec.

Como muchos otros jóvenes nacionalistas de la época, Aquin también fue seducido por el terrorismo. En junio de 1964 publicó en Le Devoir un "llamado a las armas" revolucionario, anunciando su decisión de entrar en clandestinidad como agente de la "Organización especial". Esta acción clandestina desembocó, el 5 de julio de 1964, en su arresto mientras conducía un automóvil robado. Sin embargo, no se le consideró como a un criminal ordinario y se le impuso un tratamiento psiquiátrico mientras esperaba el juicio que concluiría con su absolución en 1965. Del 15 de julio al 22 de septiembre de 1964, Aquin estuvo interno en el instituto psiquiátrico Albert Prévost, en Montreal, donde escribió Prochain épisode.

Los años que siguieron vieron a un Aquin cada vez más incapaz de adaptarse a las estructuras político sociales. En mayo de 1966 se exilió en Suiza con su compañera Andrée Yanacopoulo. El proyecto de exilio estuvo motivado por la decisión de separarse legalmente de su mujer y por la necesidad de retomar su escritura sin las trabas de los efectos que había tenido el juicio en él. Después de todo, su exilio no es casual: él creía que la clave del éxito de su pueblo se encontraba precisamente fuera de éste. Sin embargo, a los pocos meses fue expulsado del país, aparentemente a causa de las presiones que ejerció la Gendarmería Real de Canadá al gobierno suizo.

A su regreso a Montreal, sus actividades con el RIN prosiguieron hasta 1968, año en que rompió lazos con éste debido a la unión del movimiento con el Mouvement souveraineté-association de René Lévesque, unión que parió al Partido Quebequés y que sería vista por Aquin como "una forma de suicidio colectivo: la muerte a largo plazo de la idea de independencia en Quebec". Entonces obtiene un puesto de enseñanza en el Collège Sainte-Marie y se convierte en profesor de tiempo completo en marzo de 1968. En 1976, después de ser director literario de Éditions La Presse, renunció estrepitosamente acusando a su director de ser un agente colonizador de Quebec.

Hubert Aquin era, por decirlo así, de temperamento suicida. Era un hombre que se levantaba cada mañana con el sentimiento de que debía renovar su contrato con la vida. Según cuenta Andrée Yanacopoulo, "un día, cuando era niño, al regresar de la escuela, no encontró a su madre para recibirlo como de costumbre. La buscó por toda la casa y nada. Y bien, lo primero que pensó fue que su madre se había suicidado –¡una explicación poco trivial para un niño!".

A lo largo de su vida hubo varios intentos de suicido, entre los más evidentes está un accidente automovilístico del que salió con una fractura de cadera. El automóvil era para él un instrumento perfecto para provocar a la muerte. Así, quien no buscó en la vida otra cosa sino morir, Hubert Aquin se quitó la vida el 15 de marzo de 1977, dejando una nota en la que afirmaba "haber vivido intensamente y que ahora todo está terminado".

No te pierdas la próxima entrega: Cierta dificultad de ser

Referencias

Barbance, Maryse (1998). "Hubert Aquin, une fulguration entre deux néants". Entrevue avec Andrée Yanacopoulo, en Nuit Blanche, no 70.

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lunes, 5 de octubre de 2009

Especial sobre Hubert Aquin

Para E.R., que me motivó a desempolvar este texto

A partir de hoy publicaré una serie de entradas dedicadas al escritor quebequés Hubert Aquin. Las entradas que constituyen esta serie están extraídas y adaptadas de mi tesina de traducción literaria que presenté en el verano de 2002. En esta tesina, además de introducir al autor, su pensamiento y su obra, presenté el proyecto de traducción al español de los primeros tres capítulos de su novela “Prochain épisode”, hasta ahora inédita en nuestra lengua.

Si no se hubiese quitado la vida en 1977, Aquin cumpliría 80 años este mes de octubre. Creo que es una buena excusa para rendirle un homenaje en Tripodología Felina.

Una literatura en busca de sí misma


Al mismo tiempo que en los años sesenta se dio una transformación de la sociedad quebequesa, aparecieron muchas novelas en las que la forma tradicional del relato sufrió mutaciones. Si la sociedad quebequesa cambió, lo que quizá se transformó mucho más profundamente fue la percepción que el canadiense francés tenía de sí mismo en su literatura: la conciencia que en ella expresaba sobre su situación colectiva, sobre su realidad o sobre la imagen que proyectaba. De ahí que toda esta transformación haya ido de la mano con la incesante búsqueda de una identidad nacional y de un destino colectivo en Quebec.

Hasta antes de esa época, hablar de una literatura quebequesa como tal habría sido mucho pedir, pues, como lo señala Jacques Allard, "la historia de esta literatura demuestra que tuvo, y aún tiene, una triple figura. Primero fue francesa, luego se quiso canadiense, para finalmente pretenderse quebequesa". Esta triple figura ha sido, después de todo, testigo de su compleja relación con el mundo, con la lengua y con la historia.

De entrada, la colectividad quebequesa y su expresión son producto del Renacimiento francés, de su curiosidad y de su audacia, de su lenguaje y de sus sueños. No de balde la primera narración francesa de América fundó la literatura quebequesa y el conjunto de textos que se produjeron en la Nueva Francia, entre 1534 y 1763, tienen un importante papel histórico de fundación y de formación del imaginario colectivo quebequés.

La segunda faceta de esta literatura, la “canadiense”, se constituyó a principios del siglo XIX a partir de un doble rechazo: a la Francia revolucionaria, anticatólica o simplemente contemporánea, y a la Inglaterra protestante, políticamente victoriosa. A partir de su afirmación criolla (desde tiempos de la Nueva Francia), el principal problema que la expresión quebequesa ha querido superar es el de la originalidad. Así, en 1904 el clérigo Camille Roy concibió a la literatura francesa como el enemigo número uno, pues amenazaba con borrar, bajo el torrente siempre renovado de sus desbordamientos, el sello de originalidad que debía marcar a la literatura quebequesa. Por ello, en lugar de imitar a los parisinos como ciertos escritores belgas, había que seguir en todo caso el ejemplo de la Alemania del siglo XVIII, cuando se propuso crear una literatura nacional. Había que fundar una estética propia en el conjunto de las cualidades, de las virtudes y de las aspiraciones que distinguían a la "raza" quebequesa.

De este modo, la expresión "francés"” o "francés de América" supone relaciones distanciadas con la madre patria hasta conformar hoy en día el país de los primos y de los amigos. Los vínculos estarán por lo demás constantemente distendidos, pero legalmente articulados con el poder “extranjero”, constitucional, de los ingleses. La situación no cambiará mucho aun cuando hayan acuñado el concepto de la “condición canadiense”, promovida primero por los antiguos franceses de América. Después de las denominaciones “francesa” y “canadiense” vino, en el orden cronológico de la historia, la de “quebequesa”, que apareció junto con los años sesenta y se asoció con los valores de la laicidad y de la modernidad explorados desde principios del siglo XX, aunque todavía rechazados por el conservadurismo dominante en la época.

El periodo en el que Hubert Aquin escribió sus novelas corresponde a los años de la llamada Revolución Tranquila que, iniciada durante los años cincuenta, estalló con la muerte del primer ministro quebequés Maurice Duplessis en 1959. Esta revolución vino acompañada de profundos cambios en todos los sectores –económico, político, religioso, educativo–, que además se vivían simultáneamente en todo el mundo debido a los trastornos engendrados por la Segunda Guerra Mundial.

En este contexto de profundas reformas sociales y culturales surgieron diversos grupos independentistas (con los cuales Aquin tenía vínculos), particularmente los de las revistas Liberté y Parti pris, y los de los movimientos políticos del Rassemblement pour l’indépendance nationale (RIN) y del Frente de Liberación de Quebec (FLQ). Una de las influencias más importantes sobre la concepción de la revolución que preconizaban estos grupos provenía de los movimientos de liberación de los países colonizados, especialmente el de Argelia en 1962.

Las novelas quebequesas publicadas entre 1960 y 1970 tienen en común que expresan, bajo nuevas formas, un malestar en el que se distinguen tres componentes principales: insatisfacción, incertidumbre y violencia. Señala Roland Bourneuf que “el autoanálisis y el autorretrato parecen haberse convertido en la sustancia misma de la novela quebequesa de esos últimos años”.

Y es que según Bourneuf, la palabra écoeuré (que podría significar asqueado, aunque quizá también hastiado) parecía haberse convertido en un término clave dentro del vocabulario de los personajes de la novela quebequesa. Asco y hastío de la pobreza económica, de la soledad, de la indigencia moral y de la humillación del colonizado de la que estos personajes responsabilizan a los canadienses ingleses, a ellos mismos, a la Iglesia, a la fatalidad, al colonialismo, a Dios. Así, el écoeuré se relata, se habla a sí mismo, y en esta empresa siente todo el impedimento de su pobreza cultural, de la miseria de su lenguaje.

Son muchas las novelas de esa época escritas en primera persona, a manera de diarios íntimos, memorias libres o autobiografías más o menos disfrazadas, en las que uno puede encontrar un esquema constante: el narrador evoca su infancia, hace la crónica de la familia numerosa de la que proviene, describe la personalidad del padre, de la madre, de los hijos, su dispersión, sus fortunas diversas, los sueños logrados o frustrados, hasta un viaje al extranjero que le permite sin embargo empezar de cero.

Así, el personaje principal de Le Libraire de Gérard Veste escribe su diario para “matar el tiempo” y el narrador de Salut Galarneau de Jacques Godbout vende hot dogs y trata de escribir un libro que es también su diario, trata de vivir y escribir al mismo tiempo: “vescrivir” (vécrire). Como veremos en las próximas entradas, el narrador de Prochain épisode, condenado a un tratamiento psiquiátrico, también escribirá una novela para compensar la inmovilidad y su impotencia.

No te pierdas la próxima entrega: Hubert Aquin, el agente doble

Referencias

Allard, Jacques (1991). “Elle est française, canadienne et québécoise: problématique d'une littérature nouvelle”, en Surfaces, Revue électronique publiée par Les Presses de l'Université de Montréal, Vol. I

Bourneuf, Roland (1970). “Formes littéraires et réalités sociales dans le roman québécois”, en Livres et auteurs québécois, Montreal : Jumonville

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Hubert Aquin, el agente doble by Sandra Strikovsky is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License. Based on a work at www.scribd.com.