lunes, 29 de junio de 2009

El funámbulo

El 7 de agosto de 1974 hizo algo totalmente impensable: realizó ocho recorridos sobre un cable tendido entre las hoy inexistentes Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York. Estuvo alrededor de 45 minutos allá arriba (a más de 400 metros de altura), se acostó sobre la cuerda, se inclinó y hasta saludó a la multitud que lo veía boquiabierta desde abajo.

Phillipe Petit es un héroe contemporáneo, un gran hombre (aunque su apellido nos quiera engañar diciendo lo contrario), un hombre lo suficientemente loco como para concebir este sueño, pero lo suficientemente cuerdo como para realizarlo. Es cierto, Phillipe no tenía los pies sobre la tierra, los tenía sobre la cuerda, pero poseía una seguridad de sí mismo y una capacidad de concentrarse admirables.

Man on Wire (2008) es un documental basado en las memorias de Petit, To reach the clouds (Alcanzar las nubes). Lo bajé de Internet hace dos semanas y ya lo vi dos veces. Las dos veces me conmovió hasta las lágrimas. Claro, yo soy una chillona, pero es que es emocionante y verdaderamente inspirador. No se lo pueden perder.

Aquí les dejo el tráiler.


viernes, 26 de junio de 2009

¿Vale la pena saber tantos idiomas?

Un alemán está buscando una dirección en el boulevard del puerto de Veracruz, en México. Ya cerca del hotel Fiesta Americana, detiene su coche y se dirige a dos jarochitos que juegan cartas a la sombra de un frondoso árbol.

- Entschuldigung, bitte! Kennen Sie Deutsch sprechen? --pregunta el alemán.

Los dos costeños se miran y siguen sin decir nada.

- Excusez-moi, parlez vous Français? --intenta nuevamente.

Y los jarochitos, ¡callados!

- Do you speak English?

Ni una palabra de los costeños...

- Prego signori, parlate Italiano?

Ninguna respuesta.

- Você fala português?

Y nada... ¡los costeños siguen mudos!

El alemán, frustrado, se sube a su carro y se va.

Unos minutos más tarde, uno de los jarochitos le dice al otro:

- Compadre, yo creo que tal vez deberíamos aprender por lo menos un idioma extranjero.

- ¿Y pa' qué, compa? --replica el otro--. Ese pinche güero hablaba cinco ¡y le sirvieron pa' pura chingada!

miércoles, 24 de junio de 2009

Shopping literario


Hoy abrió sus puertas la Tercera Feria de Remate de Libros en el Auditorio Nacional. Para quienes no sepan de qué se trata, en esta feria se rematan títulos de los más diversos géneros que han pasado por ventas, rebajas y saldos, y que finalmente se iban a enviar a bodegas de las editoriales para su trituración y desecho, ya que por disposiciones --absurdas-- de la ley no se pueden donar ni regalar, a menos que se pague un impuesto.

Éste es el segundo año que voy y realmente vale mucho la pena. Entre los tantos stands de libros de superación personal, hay unos cuantos de editoriales pequeñas que ofrecen gangas interesantes. Este año volví a desvalijar el stand de Ediciones del Equilibrista. Aquí tienen una lista de mi shopping:

La última escala del Tramp Steamer de Álvaro Mutis
Dos cuentos orientales de Gérard de Nerval
El estandarte de Alexander Lernet-Holenia
Un famélico en busca de salvación de Julián Meza
La novela de la momia de Théophile Gautier
Diario de un aspirante a santo de Georges Duhamel
La muerte del pequeño burgués de Franz Werfel
Trazos de Octavio Paz

En total pagué la módica cantidad de 195 pesos (14 USD). ¡Por ocho libros! No sé de dónde voy a sacar el tiempo para leerlos todos, pero ya les contaré si alguno es recomendable.

A los chilangos que quieran ir les recomiendo ir temprano y, de ser posible, entre semana, pues se llena a reventar. Fui a las 11:30 am y ya había una romería. Y eso que en México se lee poco...

jueves, 18 de junio de 2009

Acertijo lingüístico


Debo confesar que esta idea no es mía. La tomé de este blog anglófono que sigo desde hace tiempo. Pero tenía ganas de hacer mis propios acertijos, más por la emoción de buscar el material, las grabaciones. etc. Así que ésta será una "entrada piloto" y, si funciona, empezaré una nueva sección de acertijos en Tripodología Felina.

Aquí les va una pista de audio en un idioma. ¿Alguien sabe o puede adivinar cuál es?




lunes, 15 de junio de 2009

Deadline

Últimamente mi vida se rige por deadlines. Este término inglés se refiere a la fecha limite o tope en la que un proyecto tiene que terminarse. Quienes trabajan en el ámbito de la edición, el periodismo, el diseño, la programación, la traducción, etc., saben muy bien lo que son esos plazos de entrega y lo agobiantes que pueden ser.

Si bien no me gusta mucho el pochismo cuando hablo o escribo, deadline es el término que suelo usar para referirme a esos plazos de entrega. Literalmente significa “línea muerta” y creo que es una buena metáfora para ese sentimiento de saber que se le viene a uno el tiempo encima cuando se acerca la fecha límite para entregar. Es una línea que no se quiere cruzar porque uno siente que, si la cruza, está muerto.

Pero ¿de dónde viene el término?

La palabra deadline apareció por primera vez en Estados Unidos como un neologismo que se refería a la línea alrededor de una prisión militar más allá de la cual los soldados estaban autorizados a dispararles a los prisioneros que intentaban escaparse. Según el historiador Benson John Lossing, en un libro sobre la historia de la Guerra Civil (1868), a seis metros del interior de la prisión estaba la “línea de la muerte”, después de la cual ningún hombre podía vivir. A los soldados se les advertía: “si cruzas esta línea, estás muerto”. Este término también aparece en un informe del Congreso de 1864.

Nada podría ser más enfático que una línea muerta o de muerte para designar un límite, así que los estadounidenses adoptaron el término para otras situaciones. Por ejemplo, el escritor estadounidense O. Henry escribió en 1909 sobre “cruzar la línea muerta del buen comportamiento”. En 1917, en un libro sobre imprenta, el término también se usó para designar la línea que marcaba el límite de la página, fuera de la cual el texto no se imprime.

Pero fue la jerga periodística, alrededor de 1920, la que hizo del término algo más que una curiosidad histórica. Para tener las noticias más recientes y aun así lograr que el periódico se imprima y distribuya a tiempo, es necesario que los reporteros trabajen con plazos muy estrictos. Pero los reporteros y escritores tienen muchas razones para pasarse de la fecha límite: síndrome de la página en blanco, bloqueo del escritor, perfeccionismo o simplemente la costumbre de dejarlo todo para el final. De esta forma, los editores buscaron los términos más fuertes posibles para contrarrestar estas tentaciones y establecieron los famosos deadlines con la implicación de que “la noticia está muerta si el reportero se pasa del plazo para terminarla”. Después de ese límite, no tiene sentido seguir escribiendo un artículo porque ya no se publicará y, por lo tanto, está muerto.

La época tan acelerada en la que vivimos ha vuelto indispensables esos deadlines no sólo para los reporteros y otros escritores, sino para casi cualquier tipo de actividad. Hay deadlines para terminar un trabajo, solicitar admisión en una universidad, participar en un concurso, pagar impuestos, rescatar rehenes y hasta para comprar un producto al precio de oferta. Sin embargo, aquellos que trabajamos a este ritmo delirante marcado por deadlines tendríamos que relajarnos un poco y aceptar que, a diferencia de los prisioneros de la Guerra Civil que cruzaban esa línea, hasta ahora no han matado a nadie por no cumplir con un deadline.