sábado, 29 de diciembre de 2007

Ciudad vacía

La ciudad está vacía. Es un placer caminar por sus calles. Ni que decir de poder tomar el coche y manejar sin estrés ni violencia alrededor. El silencio invade por todas partes. Amo el D.F. cuando todo el mundo sale a hacinarse en las playas y a los lugares turísticos. Realmente les agradezco el que nos dejen a unos cuantos el privilegio de gozar de esta ciudad en paz. Cada año, cuando esto sucede, me dan unas ganas algo malévolas y egoístas de que cierren el aeropuerto y todos los accesos a la ciudad para que ya nadie pueda volver. Por lo menos que bloqueen las casetas de las carreteras para que ningún coche pueda entrar de nuevo. ¡Ahí sí que le harían un favor a esta pobre urbe! Pero bueno, como eso no ocurrirá, me voy para seguir disfrutando de mi ciudad cuasidesierta.

Y mientras tanto, les dejo un vídeo con una escena que supongo ha de ser un sueño/pesadilla recurrente en todos los que vivimos en grandes urbes:

viernes, 28 de diciembre de 2007

Sicko

Michael Moore es uno de esos personajes que provocan sentimientos extremistas en el público: o se le ama o se le odia. Tampoco es fortuito: su estilo polémico y provocador de hacer documentales hace difícil tener una opinión equilibrada y objetiva de él. Y como nadie es profeta en su tierra, me imagino que la mayoría de sus detractores, aunque no todos, son sus mismos connacionales. Ayer entré a unos foros en Internet, y muchos estadounidenses lo tildaban de manipulador, oportunista, poco patriota (whatever that means) y antiamericano. Pero yo creo que independientemente de lo manipulador que pueda ser, hay que reconocerle que siempre sabe poner el dedo en la llaga y afrontar temas bastante delicados. This might hurt a little es el tagline de Sicko, su nuevo documental sobre el sistema de salud de los Estados Unidos y el negocio de las rampantes compañías de seguros. Y el tagline se queda corto.

Sicko es, desde mi punto de vista, lo mejor que ha hecho Moore. Está menos politizado que Fahrenheit 9/11 --sin por ello dejar de responsabilizar al gobierno de los Estados Unidos, compadrado con los intereses corporativos--, y el tema es mucho más cotidiano y cercano a la gente que el de Bowling for Columbine. Y es que la salud es algo que atañe a todo el mundo. No importa cuáles sean tus posiciones políticas, nadie tiene la vida ni la salud compradas y en algún momento podrás necesitar del sistema médico.

En su documental, Moore hace una denuncia contra las compañías de seguros que nomás están buscando cómo maximizar sus beneficios y reducir sus costos, por lo que sin escrúpulo alguno rechazan casos médicos sólo para ahorrar dinero. En realidad, la revelación no me sorprende, pero sí me asquea. Mi sensación fue muy similar a la que tuve cuando vi una película que se llama en español El jardinero fiel. En esa otra película, que no es documental y por tanto presenta una historia de ficción (aunque no creo que muy alejada de la realidad), podemos ver la corrupción, la falta de escrúpulos y la avidez que hay detrás de la industria farmacéutica. Creo que lucrar con la salud humana es la cosa más baja que existe en este mundo, más bajo que fabricar armas. Al menos los fabricantes y traficantes de armas no se ocultan tras una causa humana y asumen que están haciendo negocio con artefactos de muerte. Prefiero su cinismo a la hipocresía de la industria de la salud (llámese farmacéuticas, compañías de seguros u hospitales privados).

En su documental, Michael Moore también compara el sistema de salud de los Estados Unidos con el de otros países como Canadá, Inglaterra, Francia y Cuba. Es obvio que Moore hace un manejo de la situación algo maniqueísta y muestra sólo las bondades de los sistemas extranjeros y no sus defectos. Además los presenta como si realmente fueran una panacea. También es obvio que tiene intenciones algo ideológicas, sobre todo cuando hace la comparación con Cuba. Pero al final eso no hace más que reforzar el argumento de cuan absurdo es que uno de los países más industrializados tenga uno de los sistemas de salud más deficientes del mundo. Y es que volvemos a lo mismo: la salud debería ser algo a lo que todos pudieran acceder por igual. ¿De qué sirve tanto avance de la medicina si no todos pueden disfrutarlo? Hace siglos la gente moría porque no había las condiciones médicas ni tecnológicas para salvarse o curarse. Pero si hoy en día, que existen las condiciones, alguien muere o queda lisiado de por vida sólo porque no tuvo la oportunidad o porque no pudo pagar los servicios médicos, me parece un escándalo. Ojalá que este film sirva también para que a los países que todavía tienen un sistema sanitario decente no se les ocurra cambiarlo y pensar que se puede dejar a la salud a merced de las fuerzas del mercado.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Los imprescriptibles derechos del lector

Esta entrada está inspirada por algo de lo que escribí en la anterior, y uno de los comentarios que recibí. A continuación les presento los derechos imprescriptibles que, según Pennac, tenemos los lectores:

  1. El derecho a no leer
  2. El derecho a saltarse páginas
  3. El derecho a no terminar un libro
  4. El derecho a releer
  5. El derecho a leer lo que sea
  6. El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible)
  7. El derecho a leer donde sea
  8. El derecho a picotear de aquí y de allá
  9. El derecho a leer en voz alta
  10. El derecho a callarnos

Fuente: Daniel Pennac. Comme un roman. [La traducción es mía]

viernes, 21 de diciembre de 2007

Noticias del imperio

Acabo de terminar de leer Noticias del Imperio. ¡Puff! Por momentos, creí que nunca terminaría de leerlo. No sólo es que sea laaaaargo, sino que contiene algunos pasajes muy densos (no estoy muy segura de que sea un libro que se deba leer al mismo tiempo que una está escribiendo su tesis). De hecho, no entiendo cómo puede ser que el libro haya sido un best-seller en un país donde sus habitantes leen en promedio algo así como 2.5 libros al año. Desconozco cómo hacen esos cálculos, pero habría que especificar cuántas páginas tienen esos libros. Sé que para algunos, que se las dan de muy intelectuales, hablar de número páginas es, sino un sacrilegio, sí superificial. Pero pues habría que aceptar que no es lo mismo leer un libro como El Principito que otro como La montaña mágica, ni en longitud, ni en densidad. Pero bueno, ya me estoy desviando del tema... Lo único que quería decir con eso es que en un país donde se lee tan poco, no deja de sorprenderme que Noticias del Imperio se haya vendido tan bien.

Nunca he sido una buena reseñista, ni pretendo serlo. Pero en vista de que la novela me acompañó durante 4 meses de mi vida, creo que por lo menos amerita un comentario de mi parte. Y digo novela porque, aunque para algunos no sea más que una enciclopedia novelada, yo sí creo que estamos hablando de una novela y que hay que leerla como tal. Es evidente que Fernando del Paso no pudo eludir la historia y que, con las mismas palabras que él usó para comentar sobre Crónica de sombra de Rodolfo Usigli (también sobre el drama de Maximiliano y Carlota), en Noticias del Imperio “se transparenta una investigación larga y concienzuda”. Digo, Del Paso se tardó nada más y nada menos que diez años en escribirla. Pero en esta “novela”, los personajes históricos conviven con personajes ficticios y anónimos, y los hechos históricos conviven también con hechos inventados. Los mismos monólogos delirantes de Carlota, que se intercalan entre cada capítulo, hacen que no nos quedemos todo el tiempo en la historia y volvamos una y otra vez a la ficción, que abre y cierra el libro. El hecho de que la realidad esté salpicada de invención tampoco debe quitarle mérito al lado histórico de la novela. El propio Del Paso cita a Borges, quien alguna vez manifestó que lo interesante es “más que lo históricamente exacto, lo simbólicamente verdadero”.

En todo caso, valió la pena leerla. Entendí un poco mejor sobre ese periodo tan complicado de la historia, no sólo de México, sino de Europa. Además me encantaron los diálogos ficticios, como los de Benito Juárez con su secretario, o el que tiene Eugenia de Montijo con su madre y con Napoleón III mientras juegan a la lotería. Me fascinó también leer todas las teorías e intrigas alrededor de la locura de Carlota. Y por último me gustó mucho cómo presenta Del Paso la tragedia de la pareja imperial. De hecho, logró transmitirme su compasión por Maximiliano: ese emperador sin imperio, ese déspota ilustrado que malas intenciones no tuvo, pero sí muy mala suerte.

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La imagen la puse para probar la técnica iconográfica en el blog... Es de dominio público, así que no estoy violando ningún copyright, jeje.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Reflexiones verdes para el fin de año

La semana pasada envié un correo a todos mis contactos en el cual compartía con ellos algunas reflexiones mías sobre las fiestas de fin de año y su impacto ambiental. Recibí varias respuestas y me dio gusto darme cuenta de que hay muchos que no sólo están preocupados, sino también ocupados, en hacer cosas para no seguir destruyendo nuestro planeta. Entre los comentarios que recibí, me gustaría destacar el de mi querido amigo Javier, que compartió conmigo sus propias reflexiones sobre el árbol de Navidad. Yo no lo había visto del modo en que él lo plantea, y creo que, hablando pochamente, tiene un punto. Me permito copiar sus comentarios. Pero antes, para quienes no conocen el mensaje que los originó, voy a volver a poner mi texto (quienes lo conocen pueden simplemente hacer "scroll down" con el ratón). Ahí les va:

Mi mensaje:

El tema del "calentamiento global" está de moda y ahora todo el mundo parece preocupado por el fenómeno. Stop Global Warming es la consigna de miles de ciudadanos que les exigen a sus gobiernos que hagan algo por detener el fenómeno. Ok, estoy de acuerdo en que los gobiernos tienen MUCHO que hacer al respecto. Pero no olvidemos que el calentamiento global ha sido provocado por la actividad humana, por lo que nosotros en tanto individuos tenemos una gran responsabilidad. Está bien firmar peticiones y enviar correos electrónicos sensibilizando a la gente, pero eso no sirve de nada si se queda en las ideas y las palabras. Hay que pasar a la acción.

Ayer estaba pensando que si realmente estamos comprometidos con la causa, esta época del año podría ser una buena ocasión para demostrarlo. He aquí algunos ejemplos:

1. Nada de arbolito de Navidad. Sí, ya sé que es una tradición (nórdica, ¿no?) muy bonita. Pero ¿te has puesto a pensar que si el árbol no hubiera sido cortado para que lo pongas en la sala de tu casa, estaría transformando tus emisiones de CO2 en oxígeno?

2. Nada de lucecitas que parpadean todo el día, series navideñas y demás iluminaciones innecesarias. Sí, son lindas, pero también multiplican el consumo de energía que de por sí en invierno incrementa porque oscurece más temprano y hace más frío. Anoche me asomé por la ventana y la ciudad parpadeaba de luces por donde volteara a ver. No voy a negar que se ve bonito, pero no estoy muy segura de que sea un lujo que nos podamos permitir a estas alturas.

3. Bajándole un poco a la fiebre consumista que nomás promueve un modelo ambiental insostenible.

4. Adoptando una verdadera cultura de reciclaje. Es el periodo ideal para desarrollar la creatividad y la imaginación, usando materiales reciclados para hacer regalos, adornos y, por qué no, hasta árboles de Navidad. Sí, árboles de Navidad. Chequen el link, si no me creen. http://www.elcomercioonline.com.ar/Nota.asp?NotaNro=18984

Quizás estas ideas llegan un poco tarde, pues la euforia navideña empieza casi casi desde noviembre. Pero nunca es tan tarde y todavía podemos hacer algo. Ya sé que todo esto puede sonar un poco idealista, pero como escuché el otro día en un documental ( http://www.storyofstuff.com/ ): "Poco realista es pensar que podemos seguir con el mismo tren de vida..."


Los comentarios de Javier:

Estoy de acuerdo en que el árbolito de navidad es un recurso natural que podríamos catalogar como 'innecesario' o 'inutil' y que por ende deberíamos de dejarlo en su luigar de origen. Sin embargo, el darle un valor comercial a ese arbolito permite que las comunidades forestales del país tengan un ingreso (bastante bueno por cierto) y no cambien el uso de suelo forestal por uno agrícola. es decir, no hay que ver arbolito de navidad vs bosque, sino mas bien arbolito de navidad vs maiz (con el subsecuente deterioro del suelo, etc). El mejor ingreso permite un mejor desarrollo de estas comunidades, además de que la mayoría de los territorios donde se producen tienen un buen manejo y una particular vigilancia, lo que los hace sustentables.
Ademas, en Mexico ya existen centros donde se acopian los arbolitos y eso permite su reuso, ya sea en composta o incluso otros usos secundarios de la madera.
Asi que no es tan malo el tener arbolito natural en casa, siempre y cuando cuides su origen y su destino.


Mi reflexión posterior:

Nunca había visto lo del árbol de Navidad desde esa perspectiva (como una fuente de trabajo e ingreso para las comunidades forestales), y pues creo que tiene razón. Lo que sí es que hay cuidar muy bien el origen y, sobre todo, el destino que tiene el árbol una vez terminado el numerito. Desafortunadamente, a mucha gente se le hace muy fácil tirarlo a la basura cuando terminan las fiestas, y pues eso sí que no se vale. En un sitio web leí que otra alternativa es transplantarlo, siempre y cuando se disponga de un lugar adecuado porque su presencia en un ecosistema que no le corresponde puede modificar y perjudicar la zona. En todo caso, también hay que decirlo, más vale un árbol natural que uno sintético, que no es biodegradable.

Javier también me dice que las lucecitas y series navideñas se pueden usar de forma alternativa, y no adicional. Es decir, alumbrando el sitio donde está el árbol y apagando la luz original. Creo que es buena idea, ya si van a poner esas iluminaciones. Yo de todos modos, estoy en contra de ese tipo de accesorios, porque la mayoría de las veces son "made in China" y pues eso ya implica también un impacto económico y social, además del ambiental. Pero sobre mi aversión contra lo hecho en China, hablaré en otra ocasión.

domingo, 16 de diciembre de 2007

To blog or not to blog, that is the question

Si bien durante mucho tiempo me negué a la idea de tener un blog, finalmente me dejé empujar por la presión blogosférica. No es que me negara consciente y premeditadamente, pero como que sí tenía cierta reticencia a formar parte de ese acto de exhibicionismo/voyerismo que es como veo, en parte, el fenómeno blogosférico. No sé qué tanto seré o no leída, pero supongo que mi decisión de crear un blog responde más a una necesidad de expresión, que también siento que es característica de la época en que vivimos. Una necesidad de expresar nuestra voz y de explotar las herramientas que tenemos a nuestro alcance para publicarla, para ser nuestros propios editores o "publicadores" (por eso me gusta más la palabra en inglés publisher). Es también como una necesidad de dejar huella, de que nuestras palabras queden documentadas. Aunque el rollo es tan virtual que me parece que es ahí donde está la falacia del asunto... Pero bueno, mientras exista el ciberespacio, ahí estarán las palabras de miles de seres humanos que han querido decir algo, tejiendo esa enorme red que es la blogósfera.

En fin, sea como sea, aquí me tienen: contribuyendo con mis debrayes a la proliferación de blogs que hay en Internet. Así que termino el año empezando un blog, y una nueva aventura.