Para E.R., que me motivó a desempolvar este texto
A partir de hoy publicaré una serie de entradas dedicadas al escritor quebequés Hubert Aquin. Las entradas que constituyen esta serie están extraídas y adaptadas de mi tesina de traducción literaria que presenté en el verano de 2002. En esta tesina, además de introducir al autor, su pensamiento y su obra, presenté el proyecto de traducción al español de los primeros tres capítulos de su novela “Prochain épisode”, hasta ahora inédita en nuestra lengua.
Si no se hubiese quitado la vida en 1977, Aquin cumpliría 80 años este mes de octubre. Creo que es una buena excusa para rendirle un homenaje en Tripodología Felina.
Una literatura en busca de sí misma
Al mismo tiempo que en los años sesenta se dio una transformación de la sociedad quebequesa, aparecieron muchas novelas en las que la forma tradicional del relato sufrió mutaciones. Si la sociedad quebequesa cambió, lo que quizá se transformó mucho más profundamente fue la percepción que el canadiense francés tenía de sí mismo en su literatura: la conciencia que en ella expresaba sobre su situación colectiva, sobre su realidad o sobre la imagen que proyectaba. De ahí que toda esta transformación haya ido de la mano con la incesante búsqueda de una identidad nacional y de un destino colectivo en Quebec.
Hasta antes de esa época, hablar de una literatura quebequesa como tal habría sido mucho pedir, pues, como lo señala Jacques Allard, "la historia de esta literatura demuestra que tuvo, y aún tiene, una triple figura. Primero fue francesa, luego se quiso canadiense, para finalmente pretenderse quebequesa". Esta triple figura ha sido, después de todo, testigo de su compleja relación con el mundo, con la lengua y con la historia.
De entrada, la colectividad quebequesa y su expresión son producto del Renacimiento francés, de su curiosidad y de su audacia, de su lenguaje y de sus sueños. No de balde la primera narración francesa de América fundó la literatura quebequesa y el conjunto de textos que se produjeron en la Nueva Francia, entre 1534 y 1763, tienen un importante papel histórico de fundación y de formación del imaginario colectivo quebequés.
La segunda faceta de esta literatura, la “canadiense”, se constituyó a principios del siglo XIX a partir de un doble rechazo: a la Francia revolucionaria, anticatólica o simplemente contemporánea, y a la Inglaterra protestante, políticamente victoriosa. A partir de su afirmación criolla (desde tiempos de la Nueva Francia), el principal problema que la expresión quebequesa ha querido superar es el de la originalidad. Así, en 1904 el clérigo Camille Roy concibió a la literatura francesa como el enemigo número uno, pues amenazaba con borrar, bajo el torrente siempre renovado de sus desbordamientos, el sello de originalidad que debía marcar a la literatura quebequesa. Por ello, en lugar de imitar a los parisinos como ciertos escritores belgas, había que seguir en todo caso el ejemplo de la Alemania del siglo XVIII, cuando se propuso crear una literatura nacional. Había que fundar una estética propia en el conjunto de las cualidades, de las virtudes y de las aspiraciones que distinguían a la "raza" quebequesa.
De este modo, la expresión "francés"” o "francés de América" supone relaciones distanciadas con la madre patria hasta conformar hoy en día el país de los primos y de los amigos. Los vínculos estarán por lo demás constantemente distendidos, pero legalmente articulados con el poder “extranjero”, constitucional, de los ingleses. La situación no cambiará mucho aun cuando hayan acuñado el concepto de la “condición canadiense”, promovida primero por los antiguos franceses de América. Después de las denominaciones “francesa” y “canadiense” vino, en el orden cronológico de la historia, la de “quebequesa”, que apareció junto con los años sesenta y se asoció con los valores de la laicidad y de la modernidad explorados desde principios del siglo XX, aunque todavía rechazados por el conservadurismo dominante en la época.
El periodo en el que Hubert Aquin escribió sus novelas corresponde a los años de la llamada Revolución Tranquila que, iniciada durante los años cincuenta, estalló con la muerte del primer ministro quebequés Maurice Duplessis en 1959. Esta revolución vino acompañada de profundos cambios en todos los sectores –económico, político, religioso, educativo–, que además se vivían simultáneamente en todo el mundo debido a los trastornos engendrados por la Segunda Guerra Mundial.
En este contexto de profundas reformas sociales y culturales surgieron diversos grupos independentistas (con los cuales Aquin tenía vínculos), particularmente los de las revistas Liberté y Parti pris, y los de los movimientos políticos del Rassemblement pour l’indépendance nationale (RIN) y del Frente de Liberación de Quebec (FLQ). Una de las influencias más importantes sobre la concepción de la revolución que preconizaban estos grupos provenía de los movimientos de liberación de los países colonizados, especialmente el de Argelia en 1962.
Las novelas quebequesas publicadas entre 1960 y 1970 tienen en común que expresan, bajo nuevas formas, un malestar en el que se distinguen tres componentes principales: insatisfacción, incertidumbre y violencia. Señala Roland Bourneuf que “el autoanálisis y el autorretrato parecen haberse convertido en la sustancia misma de la novela quebequesa de esos últimos años”.
Y es que según Bourneuf, la palabra écoeuré (que podría significar asqueado, aunque quizá también hastiado) parecía haberse convertido en un término clave dentro del vocabulario de los personajes de la novela quebequesa. Asco y hastío de la pobreza económica, de la soledad, de la indigencia moral y de la humillación del colonizado de la que estos personajes responsabilizan a los canadienses ingleses, a ellos mismos, a la Iglesia, a la fatalidad, al colonialismo, a Dios. Así, el écoeuré se relata, se habla a sí mismo, y en esta empresa siente todo el impedimento de su pobreza cultural, de la miseria de su lenguaje.
Son muchas las novelas de esa época escritas en primera persona, a manera de diarios íntimos, memorias libres o autobiografías más o menos disfrazadas, en las que uno puede encontrar un esquema constante: el narrador evoca su infancia, hace la crónica de la familia numerosa de la que proviene, describe la personalidad del padre, de la madre, de los hijos, su dispersión, sus fortunas diversas, los sueños logrados o frustrados, hasta un viaje al extranjero que le permite sin embargo empezar de cero.
Así, el personaje principal de Le Libraire de Gérard Veste escribe su diario para “matar el tiempo” y el narrador de Salut Galarneau de Jacques Godbout vende hot dogs y trata de escribir un libro que es también su diario, trata de vivir y escribir al mismo tiempo: “vescrivir” (vécrire). Como veremos en las próximas entradas, el narrador de Prochain épisode, condenado a un tratamiento psiquiátrico, también escribirá una novela para compensar la inmovilidad y su impotencia.
No te pierdas la próxima entrega: Hubert Aquin, el agente doble
Si no se hubiese quitado la vida en 1977, Aquin cumpliría 80 años este mes de octubre. Creo que es una buena excusa para rendirle un homenaje en Tripodología Felina.
Una literatura en busca de sí misma
Al mismo tiempo que en los años sesenta se dio una transformación de la sociedad quebequesa, aparecieron muchas novelas en las que la forma tradicional del relato sufrió mutaciones. Si la sociedad quebequesa cambió, lo que quizá se transformó mucho más profundamente fue la percepción que el canadiense francés tenía de sí mismo en su literatura: la conciencia que en ella expresaba sobre su situación colectiva, sobre su realidad o sobre la imagen que proyectaba. De ahí que toda esta transformación haya ido de la mano con la incesante búsqueda de una identidad nacional y de un destino colectivo en Quebec.
Hasta antes de esa época, hablar de una literatura quebequesa como tal habría sido mucho pedir, pues, como lo señala Jacques Allard, "la historia de esta literatura demuestra que tuvo, y aún tiene, una triple figura. Primero fue francesa, luego se quiso canadiense, para finalmente pretenderse quebequesa". Esta triple figura ha sido, después de todo, testigo de su compleja relación con el mundo, con la lengua y con la historia.
De entrada, la colectividad quebequesa y su expresión son producto del Renacimiento francés, de su curiosidad y de su audacia, de su lenguaje y de sus sueños. No de balde la primera narración francesa de América fundó la literatura quebequesa y el conjunto de textos que se produjeron en la Nueva Francia, entre 1534 y 1763, tienen un importante papel histórico de fundación y de formación del imaginario colectivo quebequés.
La segunda faceta de esta literatura, la “canadiense”, se constituyó a principios del siglo XIX a partir de un doble rechazo: a la Francia revolucionaria, anticatólica o simplemente contemporánea, y a la Inglaterra protestante, políticamente victoriosa. A partir de su afirmación criolla (desde tiempos de la Nueva Francia), el principal problema que la expresión quebequesa ha querido superar es el de la originalidad. Así, en 1904 el clérigo Camille Roy concibió a la literatura francesa como el enemigo número uno, pues amenazaba con borrar, bajo el torrente siempre renovado de sus desbordamientos, el sello de originalidad que debía marcar a la literatura quebequesa. Por ello, en lugar de imitar a los parisinos como ciertos escritores belgas, había que seguir en todo caso el ejemplo de la Alemania del siglo XVIII, cuando se propuso crear una literatura nacional. Había que fundar una estética propia en el conjunto de las cualidades, de las virtudes y de las aspiraciones que distinguían a la "raza" quebequesa.
De este modo, la expresión "francés"” o "francés de América" supone relaciones distanciadas con la madre patria hasta conformar hoy en día el país de los primos y de los amigos. Los vínculos estarán por lo demás constantemente distendidos, pero legalmente articulados con el poder “extranjero”, constitucional, de los ingleses. La situación no cambiará mucho aun cuando hayan acuñado el concepto de la “condición canadiense”, promovida primero por los antiguos franceses de América. Después de las denominaciones “francesa” y “canadiense” vino, en el orden cronológico de la historia, la de “quebequesa”, que apareció junto con los años sesenta y se asoció con los valores de la laicidad y de la modernidad explorados desde principios del siglo XX, aunque todavía rechazados por el conservadurismo dominante en la época.
El periodo en el que Hubert Aquin escribió sus novelas corresponde a los años de la llamada Revolución Tranquila que, iniciada durante los años cincuenta, estalló con la muerte del primer ministro quebequés Maurice Duplessis en 1959. Esta revolución vino acompañada de profundos cambios en todos los sectores –económico, político, religioso, educativo–, que además se vivían simultáneamente en todo el mundo debido a los trastornos engendrados por la Segunda Guerra Mundial.
En este contexto de profundas reformas sociales y culturales surgieron diversos grupos independentistas (con los cuales Aquin tenía vínculos), particularmente los de las revistas Liberté y Parti pris, y los de los movimientos políticos del Rassemblement pour l’indépendance nationale (RIN) y del Frente de Liberación de Quebec (FLQ). Una de las influencias más importantes sobre la concepción de la revolución que preconizaban estos grupos provenía de los movimientos de liberación de los países colonizados, especialmente el de Argelia en 1962.
Las novelas quebequesas publicadas entre 1960 y 1970 tienen en común que expresan, bajo nuevas formas, un malestar en el que se distinguen tres componentes principales: insatisfacción, incertidumbre y violencia. Señala Roland Bourneuf que “el autoanálisis y el autorretrato parecen haberse convertido en la sustancia misma de la novela quebequesa de esos últimos años”.
Y es que según Bourneuf, la palabra écoeuré (que podría significar asqueado, aunque quizá también hastiado) parecía haberse convertido en un término clave dentro del vocabulario de los personajes de la novela quebequesa. Asco y hastío de la pobreza económica, de la soledad, de la indigencia moral y de la humillación del colonizado de la que estos personajes responsabilizan a los canadienses ingleses, a ellos mismos, a la Iglesia, a la fatalidad, al colonialismo, a Dios. Así, el écoeuré se relata, se habla a sí mismo, y en esta empresa siente todo el impedimento de su pobreza cultural, de la miseria de su lenguaje.
Son muchas las novelas de esa época escritas en primera persona, a manera de diarios íntimos, memorias libres o autobiografías más o menos disfrazadas, en las que uno puede encontrar un esquema constante: el narrador evoca su infancia, hace la crónica de la familia numerosa de la que proviene, describe la personalidad del padre, de la madre, de los hijos, su dispersión, sus fortunas diversas, los sueños logrados o frustrados, hasta un viaje al extranjero que le permite sin embargo empezar de cero.
Así, el personaje principal de Le Libraire de Gérard Veste escribe su diario para “matar el tiempo” y el narrador de Salut Galarneau de Jacques Godbout vende hot dogs y trata de escribir un libro que es también su diario, trata de vivir y escribir al mismo tiempo: “vescrivir” (vécrire). Como veremos en las próximas entradas, el narrador de Prochain épisode, condenado a un tratamiento psiquiátrico, también escribirá una novela para compensar la inmovilidad y su impotencia.
No te pierdas la próxima entrega: Hubert Aquin, el agente doble
Referencias
Allard, Jacques (1991). “Elle est française, canadienne et québécoise: problématique d'une littérature nouvelle”, en Surfaces, Revue électronique publiée par Les Presses de l'Université de Montréal, Vol. I
Bourneuf, Roland (1970). “Formes littéraires et réalités sociales dans le roman québécois”, en Livres et auteurs québécois, Montreal : Jumonville
Hubert Aquin, el agente doble by Sandra Strikovsky is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License. Based on a work at www.scribd.com.
14 comentarios:
No conocía a este hombre y por supuesto no he leído nada suyo. Imagino que, al haberle dedicado tu tesina, recomendarás su lectura. He mirado la wiki y parece que tuvo una vida intensa. Estaré atento a ver qué más nos cuentas. Un beso.
Ni idea de quien era este buen señor, lo cual no quiere decir nada, puesto que mis lagunas en ciertos temas, como la literatura quebequesa, más bien son oceanos.
Seguro que nos lo cuentas más adelante, pero su obra estaba a la altura de su emocionante vida (como Conrad, como Stevenson), o su mejor obra era su vida (como ahora no sé quien. Lo que no era es un tío aburrido con una obra intensa, eso seguro (como Proust, como James)
Querida
Me llamó poderosamente la atención que los tres personajes de "Le Libraire" que mencionas, escriban para hacer más soportables sus ingratas existencias.
Espero con ansias la próxima entrega "Hubert Aquin, el agente doble"
Un beso
Hola Strika: estuve indagando en la web pero de primera sólo encontré artículos en francés, afiné el disparo y salió una publicación completa de la Uni de Oviedo, sobre Hubert Aquin y la literatura quebequesa, qué nombre no?
al igual que Marichuy aguardo la 2ºparte.
saludos
Hola Strika!
Demasiado lindo el tema que tocás y me llena de sonrojo la dedicatoria. Gracias miles, de verdad.
Sabemos tan poco de la literatura canadiense que de seguro tus ensayos tendrán una fama sideral.
Saludos!
Mi ignorancia de la literatura canadiense es absoluta. Así que de Aquin lo único que sé es que alguna vez Ever le dedicó un post. Y más nada. Así que bienvenida la serie. Uno de los principales placeres de leer blogs es el descubrimiento de autores desconocidos. Que Aquin sea uno de ellos.
Saludos, Strika!
Excelente post. Gracias por la recomendación.
Strika:
Me parece muy interesante lo de la busqueda de identidad por parte de un pueblo, creo que generalizamos mucho debido a la escuela que muchos autores contemporaneos entre si han tenido y que forjan una identidad literaria, como el ateneo de la juventud.
Saludos!
¡Qué bien! Yo también iré siguiendo tus entregas. Hace tiempo que no asisto a ningún seminario de literatura (en fin, quizás no tanto; es que soy un quejica, amén de que me gusta cómo escribes).
Un beso.
Gracias a todos por su interés y sus comentarios. Una disculpa por contestar hasta ahora, pero tuve una semana de locos.
Hubert Aquin no está traducido al español, así que sólo se le puede leer en francés o algunas cosas que sí están traducidas al inglés. En mi tesina traduje los primeros tres capítulos de su novela "Prochain épisode". Si veo que hay interés, los publico aquí.
Ya está la segunda entrega en línea, donde podrán leer un poco sobre la vida de este señor.
¡Saludos a todos!
Y yo que hubiera jurado que se decía quebequés...
Gracias por la prosa, Strika, que está linda y es informativa. Veremos qué hay en la Alianza de acá.
Tamarit:
"Y yo que hubiera jurado que se decía quebequés..."
Pues es lo que escribí... ¿No habrás jurado, más bien, que se decía "quebequense"?
En todo caso, los dos gentilicios son correctos. Cuando escribí mi tesina, hace siete años, lo investigué. Ambos son correctos, pero a mí me gusta más "quebequés". ;)
Saludos
Me leíste perfectamente: lo escribí mal.
Aunque me gusta más, ahora, quebequés, porque es parecido a cordobés en la desinencia. Quebequense, como que dura mucho... :-p
"Quebequense, como que dura mucho... :-p"
¡Exacto! Y como que suena forzado... ;-)
Saludos Tamarit
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