sábado, 10 de octubre de 2009

Hubert Aquin, el agente doble

Hubert Aquin vivió intensamente su vida, a la que insertó el sentido dramático que posteriormente plasmaría en su obra. Nacido en Montreal en 1929, en el seno de una familia modesta, Aquin vio siempre en su padre a un colonizado, que además trabajaba como esclavo, partiendo cada día desde muy temprano para regresar a casa en la noche. "En esa época, su padre jugaba golf los fines de semana con los patrones y los grandes clientes. Y como los anglófonos controlaban los negocios, Jean Aquin se llamaba John Aquin... Eso era una humillación". Es muy probable que la voluntad de independencia de Quebec, que Aquin promovía, haya sido desencadenada por esa percepción del padre colonizado. Después de todo, la generación que se rebeló lo hizo porque vio a sus padres y a sus abuelos sumisos, resignados y valorándose a sí mismos sólo al asimilar a su dominador.

Aquin estudió filosofía en la Universidad de Montreal y continuó sus estudios en París, donde obtuvo un doctorado en estética en 1954. A su regreso a Montreal, se convirtió en realizador y animador de TV para Radio Canada y, a partir de 1959, para el Office National du Film. Esos proyectos le permitieron viajar: en noviembre de 1961 visitó Dakar, el Reino de Dahomey y Abidján (lugares mencionados en su novela Trou de mémoire) y se trasladó a Francia el 11 de junio de 1962, donde consiguió entrevistas con Albert Memmi, autor de uno de los textos teóricos más importantes sobre el movimiento de descolonización (Portrait du colonisé), y con Olympe Bhêly-Quénum, escritor de Dahomey, cuyo nombre le servirá posteriormente de inspiración para el del personaje africano de su novela Trou de mémoire.

La década de los sesenta empieza para Aquin con el inicio de su carrera política. Mientras trabajaba en la Bolsa de Montreal empezó a militar en el RIN, llegando a ser en 1963 su vicepresidente. Paralelamente, lo nombran en 1961 director de la revista Liberté, la cual padece por ello una creciente politización, al grado que en noviembre de ese año Aquin anuncia en un editorial: "La revista Liberté puede considerarse como una agresión". Sus principales blancos son los sistemas religioso, político y educativo de Quebec.

Como muchos otros jóvenes nacionalistas de la época, Aquin también fue seducido por el terrorismo. En junio de 1964 publicó en Le Devoir un "llamado a las armas" revolucionario, anunciando su decisión de entrar en clandestinidad como agente de la "Organización especial". Esta acción clandestina desembocó, el 5 de julio de 1964, en su arresto mientras conducía un automóvil robado. Sin embargo, no se le consideró como a un criminal ordinario y se le impuso un tratamiento psiquiátrico mientras esperaba el juicio que concluiría con su absolución en 1965. Del 15 de julio al 22 de septiembre de 1964, Aquin estuvo interno en el instituto psiquiátrico Albert Prévost, en Montreal, donde escribió Prochain épisode.

Los años que siguieron vieron a un Aquin cada vez más incapaz de adaptarse a las estructuras político sociales. En mayo de 1966 se exilió en Suiza con su compañera Andrée Yanacopoulo. El proyecto de exilio estuvo motivado por la decisión de separarse legalmente de su mujer y por la necesidad de retomar su escritura sin las trabas de los efectos que había tenido el juicio en él. Después de todo, su exilio no es casual: él creía que la clave del éxito de su pueblo se encontraba precisamente fuera de éste. Sin embargo, a los pocos meses fue expulsado del país, aparentemente a causa de las presiones que ejerció la Gendarmería Real de Canadá al gobierno suizo.

A su regreso a Montreal, sus actividades con el RIN prosiguieron hasta 1968, año en que rompió lazos con éste debido a la unión del movimiento con el Mouvement souveraineté-association de René Lévesque, unión que parió al Partido Quebequés y que sería vista por Aquin como "una forma de suicidio colectivo: la muerte a largo plazo de la idea de independencia en Quebec". Entonces obtiene un puesto de enseñanza en el Collège Sainte-Marie y se convierte en profesor de tiempo completo en marzo de 1968. En 1976, después de ser director literario de Éditions La Presse, renunció estrepitosamente acusando a su director de ser un agente colonizador de Quebec.

Hubert Aquin era, por decirlo así, de temperamento suicida. Era un hombre que se levantaba cada mañana con el sentimiento de que debía renovar su contrato con la vida. Según cuenta Andrée Yanacopoulo, "un día, cuando era niño, al regresar de la escuela, no encontró a su madre para recibirlo como de costumbre. La buscó por toda la casa y nada. Y bien, lo primero que pensó fue que su madre se había suicidado –¡una explicación poco trivial para un niño!".

A lo largo de su vida hubo varios intentos de suicido, entre los más evidentes está un accidente automovilístico del que salió con una fractura de cadera. El automóvil era para él un instrumento perfecto para provocar a la muerte. Así, quien no buscó en la vida otra cosa sino morir, Hubert Aquin se quitó la vida el 15 de marzo de 1977, dejando una nota en la que afirmaba "haber vivido intensamente y que ahora todo está terminado".

No te pierdas la próxima entrega: Cierta dificultad de ser

Referencias

Barbance, Maryse (1998). "Hubert Aquin, une fulguration entre deux néants". Entrevue avec Andrée Yanacopoulo, en Nuit Blanche, no 70.

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11 comentarios:

Ojaral dijo...

Una vida de novela. Me hace acordar a Gian-Giacomo Feltrinelli, que murió poniendo una bomba. Espero la próxima para enterarme un poco más de su obra.
Saludos!

Aurore Dupin dijo...

"Era un hombre que se levantaba cada mañana con el sentimiento de que debía renovar su contrato con la vida."

Así ya no hay letras pequeñas. Desconocía a este autor -de vida y de letras-.

Écoeuré. Escribir "para compensar la inmovilidad y su impotencia".

Ad. Estoy leyendo la tesina.

marichuy dijo...

"[...] a un Aquin cada vez más incapaz de adaptarse a las estructuras político sociales"

Querida

Qué duro y en esa misma situación hay/habemos (en ocasiones me siento unida a ese club, como el de los outsiders) millones de seres humanos.

Pero me llama la atención su nota de suicidio; pareciera que no lamentaba nada.

Un beso

mario skan dijo...

Vida de película francesa, un poco como dice Ojaral.
Un escritor de armas tomar que fue tomado como loco, bueno, se salvó de la brutalidad policial.
Espero el nuevo capítulo de tu entrega.

saludos

mario skan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pablo Seguí dijo...

¡Qué blog más interesante! Te veía comentar a Ojaral, pero nunca curioseé, hasta hace un rato, tu Perfil. Te linkeo, te readereo.

Anónimo dijo...

Hay vidas que merecen la pena ser vividas.

e. r. dijo...

HOla, Strika!
Leí tu entrada apenas salió, pero no comenté nada porque me acuerdo que era tarde y me daba dolor de ojos la pantalla. La vida de Aquin vertida en textos como los tuyos, así gota a gota, me recuerda a cómo me fui enterando de su existencia. Una amiga quebequoi me decía: "es el novelista que más me apaciona. Alguna vez te muestro un libro de él". Y luego me recordaba los pormenores revolucionarios de la vida del tipo, de a poquito, en varias versiones, y me nombraba otros poetas tipo que sí me tocó leer. Por los buenos recuerdos, y además porque te ocupás de algo verdaderamente interesante, espero la próxima entrada.
Besos

Enrique dijo...

Me gusta la manera de pensar y de actuar de Hubert.
Me considero (a mi modo) un anarquista y si hubiera vivido en la época y el lugar adecuado, habría realizado cosas similares a las de Hubert.
Sin embargo el suicidio creo que queda descartado para mí (al menos en este punto de mi vida). Creo que la Muerte es la que decidirá cuando llevarme. No me gustaría escapar fácilmente por la puerta trasera de este mundo.
Un abrazo Strika

Axell01 dijo...

Hola Strika Interesante post! y aunque mi madre no se suicido murió por enfermedad, me hizo recordar también cuando la busque y ya no estaba más.

Sandra Strikovsky (Strika) dijo...

Gracias a todos por sus comentarios. De nuevo una disculpa por la tardanza, pero no me doy abasto con el trabajo. Respondo individualmente:

Ojaral: Es cierto, además Feltrinelli y Aquin son de la misma generación. Saludos

Aurore: Gracias por leer mi tesina. ;) Un abrazo

Marichuy, querida: En efecto, somos muchos los que nos sentimos outsiders en este mundo. Afortunadamente no todos llegamos al extremo de quitarnos la vida. :∫ Un beso

Mario: ¡Y ya verás cuando hable de su novela (de la cual traduje un par de capítulos), los efectos que tuvo en él el encierro!

Tamarit: ¡Bienvenido! Ya nos estaremos leyendo. :)

Angus: Y también merecen ser contadas, por eso el homenaje que le dedico. Saludos y gracias por tu comentario.

Ever: Je, je. No era mi intención irles soltando la información con cuentagotas, pero es que he tenido unas semanas de locura. Pero qué gusto que funcione y, sobre todo, que te esté interesando. Un beso

Enrique: Yo también creo que en los sesenta habría actuado de una forma similar. Lo que pasa es que, claro, en nuestros días las cosas son diferentes en lo que respecta a la lucha social. Pero al igual que tú descarto el suicidio. Pienso que como dices es una salida fácil. Aunque claro tampoco juzgo a quienes deciden hacerlo. Cada cabeza es un mundo. Gracias por tu comentario. Un abrazo de vuelta.

Axell: Lamento mucho lo que dices sobre tu madre. Debió de ser triste. Un abrazo

Reitero mi agradecimiento por sus comentarios y su interés. Ya está en línea la continuación de la serie, por si quieren leerla. ;)
Abrazos,
Strika