De regreso a México hicimos una escala de ocho horas en Madrid. G, que no conocía la ciudad, tenía ganas de ir al Museo del Prado, pero en lo que dejamos las cosas en la consigna del aeropuerto y nos desplazamos en metro al centro de la ciudad, ya quedaban pocas horas para el cierre del museo y no valía la pena pagar la entrada. Además hacía calor, estábamos algo cansados y yo me había puesto unos zapatos que no resultaron muy cómodos para caminar. Se nos ocurrió que podíamos ir al cine y
luego a comer algo antes de volver al aeropuerto. Así que nos dirigimos hacia el Cine Ideal, en la Plaza de Jacinto Benavente, donde se exhiben películas en versión original. Llegamos al cine a las seis y diez, de modo que todas las películas de las seis ya habían empezado y faltaban una o dos horas para que empezaran las siguientes. De pronto vimos que a las seis y cuarto empezaba una película en inglés llamada Brüno. No sabíamos nada del filme, pero realmente queríamos ver una peli, así que, en una decisión algo precipitada (y algo arriesgada), compramos los boletos y entramos.

A veces veo películas sin saber de qué se tratan o sin haber visto el tráiler, pero ésta fue la primera vez en mi vida adulta y cinéfila que entré al cine a ver una peli sin siquiera saber quién era el director, o quién actuaba o al menos de que país era. No sabía absolutamente nada de la película y creo que fue lo mejor que me pudo pasar para ver Brüno. ¿Por qué? Para empezar porque si hubiera sabido que era la nueva película de Sacha Baron Cohen es probable que no habría entrado a verla. Si bien no fui de las personas que odiaron Borat, tampoco fui de las que la adoraron. Y suponiendo que hubiera entrado a ver la peli a sabiendas de qué se trataba, la habría

Si Borat es provocativo e irreverente, Brüno es ultraprovocativo y ultrairreverente. Es über-shocking, como diría el personaje, y políticamente incorrecto hasta la médula. Brüno es un reportero gay que quiere entrevistar a las celebridades del mundo de la moda para convertirse en el austriaco más famoso desde Hitler. Con eso ya podrán darse una idea. En Brüno el humor grotesco no tiene límites, quizá menos que en Borat, y la película tiene escenas francamente incómodas que uno simple y sencillamente no puede creer estar viendo en el cine. En la fila de atrás había un espectador anglosajón que más de una vez gritó Oh, man! En México, estoy segura de que una tercera parte de la sala se habría salido. Pero también tiene momentos totalmente hilarantes. ¡Hacía tanto tiempo que no reía a carcajadas en el cine!
En conclusión, si Borat les gustó tienen que ver Brüno. Si la odiaron, mejor ni la vean porque ésta es más grotesca. Y si no vieron la primera, pero son de los que se ofenden fácilmente, mejor absténganse. ¡Bajo advertencia no hay engaño!
Y para quiénes les gusta ver el tráiler, aquí les va.