lunes, 30 de marzo de 2009

Terminología básica en torno al pueblo judío

Hace dos meses, un amigo me envió este texto con la idea de que lo reprodujera en el blog. En su momento no quise hacerlo porque el tema estaba aún candente y no me gusta hablar de política en Tripodología Felina. El artículo no es político, pero no quería dar pie a una discusión en la que simplemente no quiero participar. Sin embargo, a raíz de algunos comentarios que recibí en la entrada pasada, se me ocurrió que es una buena idea reproducirlo, ya que arroja luz sobre algunos conceptos básicos relacionados con el pueblo judío.

¿Son hebreos los que han atacado Gaza?
Por JOSÉ R. AYASO

Operación Plomo Fundido ha sido el nombre del último episodio en el interminable conflicto de Oriente Próximo. Israel, aparentemente, ha conseguido sus objetivos militares, pero ha perdido la batalla en los medios de comunicación. La condena ha sido unánime, y para expresarla no se han ahorrado calificativos, algunos injustificados. Todo es desmesura en este trágico conflicto.

Ahora que el fuego ha cesado y el interés informativo se traslada a otros lugares, me gustaría hacer algunas puntualizaciones sobre el mal uso que se hace de ciertos términos relativos al pueblo judío, a su historia y cultura.

1. Hebreo (ibrí) es un término que, con excepción de Italia, no suele utilizarse para hacer referencia al pueblo judío. Hebreo aparece muy poco en la Biblia, fundamentalmente en el contexto de la salida de Egipto. Yahvé es el dios de los hebreos, y hebreos fueron los que salieron con Moisés de la Tierra de Esclavitud. Otros textos orientales, egipcios y mesopotámicos, mencionan a unos apiru, habiru, gentes que, independientemente de su origen étnico o religioso, tienen en común su carácter de grupo marginado: siervos o bandidos. En español lo común es usar hebreo para denominar a la lengua y su literatura. Los soldados del Ejército israelí hablan hebreo, hebreo israelí, pero no son hebreos. Israel, por tanto, no es un "Estado hebreo".

2. Judío (yehudí) es, en principio, el que pertenece a la tribu de Judá. Yehudí se suele traducir a veces como judaíta, para distinguir a los miembros de la tribu bíblica de Judá, y a los habitantes del reino del mismo nombre, de los que posteriormente se dispersaron por la Cristiandad y Dar al-Islam. La mayoría de las comunidades que actualmente existen en España pertenecen a la "Federación de comunidades judías de España", nombre que han adoptado tras corregir el galicismo "israelita" que usaron al principio.

3. Israelí (yisraelí) es el ciudadano del "Estado de Israel" (medinat Israel), que ocupa, de acuerdo con las fronteras reconocidas internacionalmente, una parte de la "Tierra de Israel" (Erets Yisrael), territorio que también se conoce como Palestina. Fue el emperador Adriano quien, tras sofocar la segunda revuelta judía, decidió desjudaizar oficialmente la provincia cambiando su nombre por el de Syria-Palaestina. Paradójicamente, un pueblo desaparecido hacía un milenio, los odiados filisteos que se asentaron en las dunas de Ascalón, Asdod y la hoy infeliz Gaza, terminó por dar también su nombre al territorio.

Como sucede con judío y judaíta, cuando se habla de los "hijos de Israel" del Antiguo Testamento, cuyas 12 tribus se extendían "desde Dan a Beer Sheva", no se suele utilizar israelí sino israelita. Ejército israelita sería el ejército de los míticos reyes David y Salomón, pero el ejército que ha atacado Gaza es un Ejército israelí. Poco queda de los hijos de Israel históricos: algunos grupos samaritanos que siguen viviendo en Siquén y que tras siglos de prácticas endogámicas están en grave peligro de extinción.

4. Sionista, por último, hace referencia al movimiento nacional judío que nació en Europa en el último tercio del siglo XIX. Pese a que el sionismo no es ni peor ni mejor que otros nacionalismos, goza de poca popularidad en ciertos ambientes, donde ser antisionista forma parte de las señas de identidad. En soflamas y consignas basta con llamar a Israel, despectivamente, "Estado sionista". Mala caricatura, pues Israel es una sociedad extremadamente compleja. El sionismo, además, siempre ha sido muy heterogéneo. Sionistas son Amos Oz y David Grossman. No sólo Bibi Netanyahu o los colonos, violentos y fundamentalistas, del sionismo mesiánico.

Israel y el pueblo judío no deben confundirse nunca, por muy importante que el movimiento sionista y el Estado sean para la judería internacional. Las manifestaciones que han tenido lugar en las principales ciudades españolas en contra de la política del Gobierno Olmert pueden ser calificadas de antiisraelíes o antisionistas, pero no de antijudías, en contra de lo que afirmaba un conocido periodista radiofónico. Por otra parte, representantes de Israel y de las organizaciones judías de la Diáspora suelen criticar esas manifestaciones por "antisemitas", lo que tampoco es cierto.

Recurrir al fantasma del antisemitismo es el modo más fácil de descalificar a todos los que no muestran un apoyo incondicional a la causa sionista. El antisemitismo justifica las propias acciones y les exime de responsabilidades. El sentirse solos e incomprendidos, rodeados de una marea de antisemitismo eterno e indiscriminado, da razones a la política unilateral de fuerza que tan popular es en Israel y que lo ha ido alejando de la comunidad de las naciones.

Estado de Israel, Ejército israelí (IDF o Tsahal, en sus siglas inglesa y hebrea) e israelíes, o ciudadanos judíos israelíes (para distinguirlos de los árabes israelíes y otros grupos étnicos y religiosos minoritarios) son las expresiones más correctas. Siendo precisos en las palabras podemos evitar que los errores de Israel salpiquen a la Diáspora y que lo que debe ser sólo antisionista o antiisraelí llegue a convertirse al final y de manera trágica en antijudío o antisemita.

José R. Ayaso es profesor titular de Historia de Israel y del Pueblo Judío de la Universidad de Granada.


Publicado originalmente en EL PAIS.
El 22/01/2009

miércoles, 25 de marzo de 2009

Miedo y odio

El otro día A me preguntó si sabía cómo se llamaba el miedo a los judíos, que porque una amiga suya lo padece y quería ponerle nombre. Especifica que lo que su amiga siente "es miedo y no odio o rechazo". Esta precisión me dejó pensando y estuve dándole vueltas en la cabeza. ¿Son tan diferentes el odio y el miedo? ¿Es posible separar ambos sentimientos?

Por supuesto que odio y miedo son dos sentimientos distintos y que por ello tienen nombres diferentes. Sin embargo, creo que ambos están muy relacionados y que incluso están en la raíz del mismo problema. De hecho, la palabra fobia, que suele usarse para nombrar este tipo de sentir, reúne ambos sentimientos en uno solo. Basta con ver la definición que ofrece la Real Academia:

fobia.
(Del gr. -φοβία, elem. compos. que significa 'temor').
1. f. Aversión obsesiva a alguien o a algo.
2. f. Temor irracional compulsivo.

La aversión es un sentimiento que hace rechazar cierta cosa o a cierta persona. Si bien "aversión" no es lo mismo que "odio", hay una relación muy estrecha. La única diferencia es que el odio (al menos según las definiciones de diccionario) se manifiesta con violencia. Pero la aversión está en la definición del odio (según la RAE: "Odio. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”). Ahora veamos que nos ofrece María Moliner en su catálogo de palabras afines dentro de la acepción de “aversión”:

Aborrecimiento, adversión, alergia, animadversión, animosidad, *antipatía, *aprensión, asco, cocolía, desvío, encono, escrúpulo, fila, fobia, hincha, hostilidad, incompatibilidad, inquina, malquerencia, maná, odio, ojeriza, omecillo, *oposición, perinquina, prevención, rabia, rencor, repelo, *repugnancia, repulsión, tedio, tirria, usgo, mala voluntad. -> *Detestar, mirar con malos ojos. -> Atravesado, bilioso, *enconoso, esquinado. -> *Contra.

Pero dejemos de lado el análisis semántico de las palabras. En psicoanálisis también existe la teoría de que el miedo y el odio tienen la misma raíz. Freud dice que “desde el comienzo de la vida, es el odio la más antigua de las pasiones humanas, antes que el amor. Este odio, indisociable del miedo, es esencialmente un miedo de sí, una incapacidad de manejar las pulsiones. Miedo y odio comparten la misma raíz, se hallan arraigadas en la fragilidad e indefensión del individuo”.

Partiendo de esta teoría, se podría pensar que, cuando alguien tiene un miedo irracional, éste puede traducirse en odio. Por ejemplo, un conocido mío tiene fobia a las arañas. Les tiene pavor, tanto, que si por él fuera las arañas podrían dejar de existir. Eso ya es odio. Claro, mi conocido no es un psicópata y no llega al extremo de convertirse en un exterminador profesional de arañas. Pero de que las odia no hay duda.

Cuando pensamos en esto en términos sociales, creo que el vínculo entre miedo y odio es el mismo. La xenofobia, que no es más que una patología social, no está muy alejada del miedo. Ángel Rodríguez Kauth, en un capítulo de El miedo, motor de la historia individual y colectiva, señala que los xenófobos temen y temen mucho. No solamente están invadidos de miedos inconscientes, a los que desplazan y niegan reiteradamente hasta llegar a la psicótica renegación, sino que también tienen temores del enemigo.

Por eso creo que decir que se tiene miedo a los negros, a los judíos, a los árabes, a los homosexuales, en fin, al Otro, implica rechazo y odio. Los casos de xenofobia y violencia contra los inmigrantes en la Europa de hoy se deben en gran parte al miedo (miedo a lo desconocido, pero también miedo a verse desplazado, a perder el trabajo, etc.). Uno rechaza porque se siente amenazado por el Otro, porque le teme. Y al final miedo y odio no sólo comparten la misma raíz sino también los mismos resultados: la intolerancia y la violencia.

jueves, 19 de marzo de 2009

La chilena banda

Estoy muy emocionada porque por primera vez en más de un año Tripodología Felina publica un texto enviado por autores invitados. Algunos de ustedes recordarán que hace unos meses, cuando publiqué la entrada sobre la Chilanga Banda, lancé una invitación para que los lectores de otros países hispanoamericanos “tradujeran” la canción a otras jergas regionales. Bueno, pues resulta que dos lectores chilenos muy buena onda se animaron y se dieron a la tarea de traducirla al chileno callejero. Tarea nada fácil que (me consta) les llevo varios días, pero también (me dicen) muchas risas.

No conozco prácticamente el argot chileno, pero me encantó cómo quedó la traducción ya que siento que fluye muy bien. A ver qué opinan (y a ver si otros se animan a traducirla a otras jergas). Dejémonos de preámbulos y vamos a lo que nos truje....

Y con ustedes:


La chilena banda
Por lumbercl y paulitro


1.
Puta la weá weón
tu pega vale callampa
ni un número andar de corbata
y con esa chapa entera piruja

2.
Tan guatón el culiao
más turbio que la chucha
con tuna y luma
le gusta andar de matón

3.
Mejor me tomo una chela
y con cuea me culeo una mina
trabajando de chofer
me sobra copete y carrete

4.
Si choco me saco la chucha
los pacos no me huevean
si sapeo a los que me chocan
total, sobornar es su pega

5.
En la noche me voy al puterío
no comprí, dice un mina,
lo que dice el weón curao
mejor pasate el copete

6.
Changos, cumas y flaytes
Maracos, huecos y vagos
acá los choros la lle´an
y se la pasan perreando
y se la pasan perreando
y se la pasan perreando

7.
Mi socio se fuma la cola
y canta una cueca brava,
el mate lo tiene lleno de pepas,
neoprén, cogollos y fritangas

8.
Trampeando de arriba a abajo
ahí va la chilena banda
andate a la chuchetumare,
vo'andate a la chuchetumare.

lunes, 16 de marzo de 2009

La localización

La localización es el proceso de traducción y adaptación de un producto al idioma y las normas culturales de una determinada región, así como a las necesidades de un mercado específico. Aunque en principio cualquier producto comercial es localizable, el concepto de localización se refiere básicamente a la traducción y adaptación de productos informáticos como software y páginas web.

El término localización causa un poco de confusión para quienes no están familiarizados con el tema, porque inmediatamente se asocia con el verbo localizar, en el sentido de ubicar. Sin embargo, no tiene nada que ver con eso. La localización (en inglés localization) viene de la palabra local. Es el proceso de “hacer local” un producto, es decir, de adaptarlo a un entorno local concreto. Creo que sería más adecuado llamarlo regionalización, pero el calco del inglés es el que se ha extendido y el que todo el mundo usa.

Y es que además la localización sólo puede entenderse en relación con otro proceso que es el de la internacionalización del producto. La internacionalización es el proceso de diseñar software lo más neutro posible para que posteriormente se pueda adaptar a diferentes idiomas y regiones sin necesidad de cambios de ingeniería ni de código. Cualquier proyecto informático debe contemplar desde un principio la internacionalización de los contenidos, aun cuando no se vaya a localizar inmediatamente. Así, cuando llegue el momento, se evitará tener que tirar todo a la basura y empezar desde cero.

La traducción no es más que uno de los pasos del proceso de localización. Y si bien es probablemente el más importante en cuanto a costos y recursos, no es sinónimo de localización. En el proceso también entran en juego la ingeniería del programa, las pruebas, la maquetación, el control de calidad, etc. Por ello, la localización involucra la colaboración de diferentes profesionales: desde lingüistas, traductores y revisores hasta diseñadores, software engineers y programadores.

La tarea del traductor (o localizador, como algunas empresas le llaman) consiste en la traducción de la interfaz del usuario en todos sus componentes estructurales (barras de menú, cuadros de diálogo, botones, indicadores de estado, mensajes de error, etc.), así como la traducción de toda la documentación que acompaña al programa (manuales de instalación, ayuda en línea, etc.). Pero también existen otras tareas como el cambio de formatos de fecha, moneda, calendario y cualquier otro elemento susceptible de afectar el entendimiento de un usuario de determinado lugar.

A diferencia de la traducción tradicional, que se lleva a cabo una vez que el documento está terminado, el proceso de localización suele ejecutarse paralelamente al desarrollo del producto para permitir que salgan simultáneamente al mercado varias versiones idiomáticas del producto. De hecho, gran parte del proceso se lleva a cabo durante las pruebas betas del software.

Si bien es técnica, la localización presenta una gran diferencia con respecto a la traducción técnica tradicional en el momento en que el texto forma parte del propio producto y no es sólo un accesorio. En otras palabras, un texto de localización no sólo describe el producto internamente tal y como es (como un manual técnico), sino que además es el producto en sí y forma parte de su funcionamiento. Por ello, la localización es una tarea que requiere de mucha responsabilidad para asegurar el funcionamiento correcto del software.

Además de las típicas fuentes de consulta para la traducción de cualquier tipo de texto (diccionarios, glosarios, bases de datos terminológicas, etc.), en la localización se usan otras fuentes que proporciona la empresa que desarrolla el software. Cabe señalar que los clientes de un proyecto de localización suelen ser grandes empresas, ya que las medianas y pequeñas no podrían pagar este tipo de servicios. A fin de mantener una coherencia en todos sus productos, las grandes empresas desarrollan sus propias fuentes documentales, que los traductores deben seguir obligatoriamente.

Por ejemplo, las empresas más grandes suelen subcontratar a empresas de servicios lingüísticos (si no es que ellas mismas tienen un departamento lingüístico) que elaboran guías de estilo específicas para la empresa. Estas guías de estilo tratan, entre otras cosas, sobre cuestiones de sintaxis, puntuación, terminología, traducción de siglas, modo de dirigirse al usuario, etc. Las empresas de software envían sus guías de estilo a las empresas de localización para que tanto los traductores como los revisores las sigan al pie de la letra. Además de instrucciones positivas, estas guías incluyen también instrucciones negativas, como palabras y expresiones que no pueden usarse nunca.

Las empresas también desarrollan sus propios glosarios para que los traductores puedan seguir los mismos criterios terminológicos y entender el significado de los términos altamente especializados. Otra herramienta son los corpus en los que se recopilan los textos de los proyectos anteriores de la empresa y que le permiten al traductor ver cómo se han traducido ya ciertos términos o expresiones en versiones anteriores del software, así como la frecuencia de uso de distintas soluciones de traducción.

En resumen, en eso consiste mi chamba actual. Estoy trabajando para una empresa española de localización que tiene como cliente principal al rey del software. El proyecto en el que estoy chambeando, junto con otra decena de traductores latinoamericanos que no conozco en persona, es la traducción al “español neutro” de la nueva versión del software estelar de dicha empresa (ese software que todo aquel que tiene PC usa diariamente para escribir, entre otras cosas). No puedo contar detalles ya que firmé un contrato de confidencialidad, pero grosso modo todos los proyectos funcionan como lo describí arriba. Lo que sí puedo decir es que ahora me doy cuenta de cuan equivocada estaba con respecto a lo que se hace en esa empresa de software desde el punto de vista lingüístico. Ahora me queda claro que sí saben lo que están haciendo.

Como decía en la entrada pasada, la localización no es la parte más apasionante de la traducción. La tarea del traductor está restringida por criterios terminológicos, lingüísticos y estilísticos que hay que seguir obligatoriamente. Definitivamente es una chamba más metódica y menos creativa que la de otros traductores especializados en otros ámbitos (y no estoy hablando solamente de la traducción literaria). Sin embargo, también resulta muy interesante trabajar en este campo de especialización tan nuevo, viendo el proceso desde dentro y comprobando que la traducción y la lingüística tienen una aplicación tan práctica en el mundo de hoy.

jueves, 12 de marzo de 2009

Detrás de las cámaras

No me he muerto. Aquí sigo, pero cuando terminó febrero loco empezó marzo otro poco, y hasta ahora tengo un respiro. De veras no paré ni un minuto, e incluso he estado trabajando los fines de semana. Una de las desventajas de ser freelancer y trabajar desde casa es que es difícil ponerse límites. Cuando uno tiene mucho trabajo, la tentación de trabajar hasta altas horas de la noche o en fines de semana es mayor. Como regla de oro trato de no hacerlo, pero las últimas seis semanas tuve tanta chamba que no me quedó de otra.

Estoy trabajando a distancia para una empresa española de traducción y localización. En una próxima entrada les contaré en qué consiste eso de la localización, ya que es todo un campo nuevo en el área de la traducción que, si bien no me apasiona como la traducción literaria, resulta muy interesante. Pero hoy quiero escribir sobre mi experiencia del fin de semana pasado.

Además del proyecto de localización, me han caído varias chambitas extras. El fin de semana, la Embajada de Francia me contrató para trabajar en la organización de la visita del presidente Nicolas Sarkozy a México. No soy intérprete, pero lo que necesitaban eran personas bilingües que pudieran echarles la mano con el idioma a diferentes equipos de funcionarios del Elysée (básicamente ayudarles a comunicarse con los mexicanos durante la logística de la visita).

A mí me tocó trabajar con el servicio audiovisual de la presidencia, es decir ,el equipo encargado, entre otras cosas, de producir todo el “montaje” para que el presidente aparezca ante los medios de comunicación. Como se trataba de técnicos (de audio, vídeo, sonido, etc.) eran muy buena onda y no tuve que lidiar con gente que se siente la última coca-cola del desierto sólo porque trabaja cerca de un jefe de Estado.

Fueron dos días (domingo y lunes) muy intensos y agotadores, pero muy interesantes. Nunca vi de muy cerca a Sarko ni a la Bruni, pero vi todo lo que se hace en el “backstage” para construir la imagen del presidente. Me enteré de un montón de cosas que jamás hubiera imaginado, como que la presidencia viaja desde París con dos toneladas de material audiovisual (bocinas, micrófonos, luces enormes como las que se usan en la televisión y en el cine, el podio diseñado para el tamaño del presidente, etc.), o como que ya le tienen la medida a cada presidente de cuántos lux aguanta para no deslumbrarse con la iluminación. También conocí lugares que de otro modo nunca habría conocido, como el salón de recepciones del Palacio Nacional, el set del Canal del Congreso en el Senado, o el hangar presidencial del aeropuerto.

Lo que me impresionó es la cantidad de dinero que se gasta en una visita de Estado de dos días. Los funcionarios vinieron en cuatro aviones: uno para el presidente y su gente más allegada, otro para los ministros y altos funcionarios, otro para los empresarios de alto nivel y otro para los periodistas y funcionarios de nivel más bajo como con los que trabajé. A toda esa gente hay que alojarla y se quedaron en dos de los mejores hoteles de la Ciudad de México. Se rentan camionetas con choferes para estar llevando de aquí para allá a los funcionarios, autobuses más grandes para los periodistas, camionetas para transportar el material y el equipaje de los invitados del aeropuerto al hotel y viceversa, etc. El lunes la presidencia ofreció una recepción para la comunidad francesa radicada en México en la que hubo alrededor de dos mil invitados. Después del discurso de Sarko hubo un brindis (en el que evidentemente él ya no estuvo), donde se ofreció champán y canapés súper finolis. Y eso es lo que gasta la presidencia francesa, porque uno de mis colegas que le echó la mano a otro equipo que estuvo básicamente en el Palacio Nacional me dijo que la presidencia de México también se gastó un dineral en la cena de Estado que les ofrecieron Calderón y su esposa a Sarko y a Carla.

El despilfarro en tiempos de crisis. Quizá por eso me indignó un poco que los medios hicieran del affaire Cassez prácticamente el tema principal de la visita. Está bien que un presidente quiera proteger a sus gobernados, pero de ahí a que el asunto se convierta en el eje de una visita que tanto dinero cuesta me parece excesivo. Bueno... quizá no tan excesivo como la atención desmesurada que los medios le dieron a la Bruni. Parecía más una gira de la ex modelo y cantante, que una visita presidencial.

--
Estoy aprovechando estos días libres que milagrosamente me cayeron para actualizarme con la blogósfera. Espero poder estar más presente y no volver a abandonarla por tanto tiempo. Quizá las próximas entradas aún sean anecdóticas como ésta (he estado tan encerrada en la chamba que prácticamente de lo único que puedo escribir es de trabajo). Pero en cuanto me organice publicaré de nuevo entradas más del estilo de Tripodología Felina. :)