Como ya había estado escribiendo en algunas entradas de este blog, la titulación de mi maestría se estaba volviendo una piedra en el zapato. Todo el proceso desde que terminé la tesis (en noviembre) hasta llegar a mi examen de grado (ayer) fue verdaderamente desgastante. Como ya lo había dicho aquí, la titulación en la Universidad Nacional Autónoma de México parece una carrera de obstáculos. Lo absurdo es que los obstáculos no tienen nada que ver con lo académico. Al menos en mi caso, en esa parte me fue muy bien y mis sinodales no me pusieron trabas ni me mandaron a hacer correcciones. La mayor dificultad con la que me topé fue la maldita bradicracia o, como dice una compañera mía, el “terrorismo burocrático”.
Los trámites son un verdadero vía crucis (no soy católica, pero cómo me gusta esa metáfora). Además no entiendo por qué no existe un manual de titulación en el que te expliquen todo lo que hay que hacer, paso por paso. No, las cosas te las van soltando con cuentagotas, lo que te impide organizarte bien. Y luego ni siquiera son claros. Por ejemplo, tenía que registrar el “abstract” de mi tesis en una página web de la UNAM y me dieron un folleto explicativo de cómo y dónde hacerlo. Cuando ingresé el url resultó que... ¡la página no existía! No me pregunten cómo, pero terminé encontrándola yo sola después de mil búsquedas en Internet. Lo mismo con un formato que había que llenar: no me lo dieron y cuando hablé a preguntar me dijeron que “estaba en Internet”. Finalmente después de otras mil búsquedas en google di con él ¡en una página de la Universidad Autónoma de Baja California! Y como esos, muchos otros detalles. En algunos momentos llegué a pensar que ése es el verdadero examen para probar si uno es un buen investigador. ¡Cuál tesis ni que ocho cuartos! De nada vale el tiempo que pasé diseñando mi proyecto de investigación, ni el trabajo que me costó seleccionar los textos de mi corpus, o lo que tuve que talachaear extrayendo los datos y analizándolos. No. La verdadera prueba es la tramitología. Es ahí donde demuestras todas la cualidades que debe tener un buen investigador: eficiencia, constancia, cierta autodidáctica y, sobre todo, mucha paciencia.
Pero no todo es queja. Fuera de sarcasmo, ya terminé con esto y estoy muy satisfecha. No sólo me siento libre y me quité un gran peso de encima, sino que disfruté mucho de mi examen de grado. Valió la pena todo el esfuerzo. Al final es sólo un grado académico que no me cambiará la vida en gran cosa.** Pero me siento muy contenta de haber cerrado el ciclo (con la tristeza que los cierres conllevan, claro está). Ya podré concentrarme en nuevos proyectos académicos y personales.
Los trámites son un verdadero vía crucis (no soy católica, pero cómo me gusta esa metáfora). Además no entiendo por qué no existe un manual de titulación en el que te expliquen todo lo que hay que hacer, paso por paso. No, las cosas te las van soltando con cuentagotas, lo que te impide organizarte bien. Y luego ni siquiera son claros. Por ejemplo, tenía que registrar el “abstract” de mi tesis en una página web de la UNAM y me dieron un folleto explicativo de cómo y dónde hacerlo. Cuando ingresé el url resultó que... ¡la página no existía! No me pregunten cómo, pero terminé encontrándola yo sola después de mil búsquedas en Internet. Lo mismo con un formato que había que llenar: no me lo dieron y cuando hablé a preguntar me dijeron que “estaba en Internet”. Finalmente después de otras mil búsquedas en google di con él ¡en una página de la Universidad Autónoma de Baja California! Y como esos, muchos otros detalles. En algunos momentos llegué a pensar que ése es el verdadero examen para probar si uno es un buen investigador. ¡Cuál tesis ni que ocho cuartos! De nada vale el tiempo que pasé diseñando mi proyecto de investigación, ni el trabajo que me costó seleccionar los textos de mi corpus, o lo que tuve que talachaear extrayendo los datos y analizándolos. No. La verdadera prueba es la tramitología. Es ahí donde demuestras todas la cualidades que debe tener un buen investigador: eficiencia, constancia, cierta autodidáctica y, sobre todo, mucha paciencia.
Pero no todo es queja. Fuera de sarcasmo, ya terminé con esto y estoy muy satisfecha. No sólo me siento libre y me quité un gran peso de encima, sino que disfruté mucho de mi examen de grado. Valió la pena todo el esfuerzo. Al final es sólo un grado académico que no me cambiará la vida en gran cosa.** Pero me siento muy contenta de haber cerrado el ciclo (con la tristeza que los cierres conllevan, claro está). Ya podré concentrarme en nuevos proyectos académicos y personales.
** Después de todo, como dice uno de mis refranes favoritos (en latín macarrónico): Quod natura non dat, Salamanca non prestat, es decir, "lo que la naturaleza no te da, no te lo presta la universidad" (Es la versión cognitiva de “aunque la mona se vista de seda, mona se queda” ;) )
6 comentarios:
¡Cómo que ya fue tu examen! ¡Y no invitaste!!! Que, ¿creíste que no ibamos a entender ni "j"? Pues tenías razón, pero para el abrazo, no se necesita saber gran cosa...
Felicidades!!!
¡Ups! En realidad no invité (y no es pretexto) porque el vía crucis burocrático fue tal que estuve segura de la fecha sólo cuatro días antes. Además el examen fue a las 12, y pensé que era una hora complicada para la gente... Eso no significa que no quiera festejar. De hecho, pienso organizar algo, pero por diversas razones se me ha complicado la fecha. Ya te avisaré. Creeme que del festejo, sí te enterarás. Besos
Te felicito sinceramente por ese logro Strika.
Lejos del trámite burocrático (que ese lo puede realizar cualquier persona), poderse titular en una maestría es cosa que poquísimas personas consiguen.
Pese al Vía Crucis que dices, al final todo vale la pena.
Salud Maestra
Muchas gracias, Enrique. :)
¡Claro que sí! Lo importante es lo que has conseguido; y, como tú dices, el hecho de que ahora se cierra un ciclo, lo cual te permite empezar otro. Asi que ¡enhorabuena! :)
(No viene mucho a cuento, pero, ya que has hablado de refranes, aquí va mi favorito: "no por mucho madrugar Dios te ayuda".)
¡Abrazos!
Gracias, Odara. ;)
Oye, ¿ese refrán no te la inventaste tú? Según yo, estás combinando dos refranes:
"No por mucho madrugar, amanece más temprano".
"A quien madruga, Dios lo ayuda".
Que por cierto, los dos refranes se contradicen, jaja. :)
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