Uno de los libros que leí durante mis vacaciones es El caso Tuláyev de Víctor Serge (1890-1947). Serge, cuyo verdadero nombre era Viktor Lvovitch Kibaltchiche, nació en Bélgica en el seno de una familia de intelectuales rusos emigrados y murió exiliado en México. Fue el padre del conocido pintor y grabador ruso-mexicano, Vlady. Desde muy joven militó en el partido socialista belga, y más tarde empezó a frecuentar los grupos anarquistas de Bruselas. Expulsado de Bélgica, se estableció en París, donde fue encarcelado en 1912 por sus vínculos con la célebre Banda Bonnot, un puñado de anarquistas que habían alcanzado una fama que rozaba el estatuto de la leyenda (mezcla de Bonnie & Clyde con seguidores de Bakunin). Serge pasó cinco años en prisión, y de esa experiencia escribiría más tarde Hombres en prisión. Un intercambio de presos anticomunistas dentenidos en la Unión Soviética lo llevó a Petrogrado en 1919, donde comenzó a colaborar activamente con los bolcheviques. Sin embargo, después de la muerte de Lenin, Serge empezó a distanciarse paulatinamente de las políticas oficiales y a caer de la gracia de quienes habían ascendido al poder. Sus posturas críticas y su alineación con la “oposición de izquierdas”, ligada a Trotsky, le valieron un arresto en 1933 y posteriormente el exilio, primero en Francia y posteriormente en México, donde moriría en 1947.
A diferencia de otros escritores socialistas de la época que por culpa del estalinismo se desencantaron y abandonaron sus sueños revolucionarios para siempre, Victor Serge nunca perdió la fe en el proyecto socialista. Fue un hombre libre que mantuvo hasta el final sus convicciones y creyó siempre en la importancia del socialismo como herramienta utópica. Ello no significó aceptar las brutalidades del estalinismo, sino todo lo contrario. Para Serge, el socialismo había sido pervertido dentro de la historia por individuos concretos, pero el sueño de libertad que lo animaba podía seguir siendo soñado. Y este es uno de los aspectos que hay que rescatar del escritor. Otros (como Arthur Koestler) dejaron de ser socialistas, Serge no.
El caso Tuláyev traspone novelescamente los Procesos de Moscú. Tiene como punto de partida el asesinato de un alto funcionario de la Unión Soviética: el propio Tuláyev del título. Aun cuando el asesinato es en realidad un acto aislado, resultado del resentimiento momentáneo de un joven contra el responsable de las deportaciones en las universidades, este crimen se convierte en el detonante de una ola de represión que permite al régimen deshacerse de elementos incómodos y efectuar una serie de purgas al interior del propio sistema. Así vemos caer, uno a uno, a una serie de personajes: algunos leales al proyecto y al partido, otros oportunistas, otros rebeldes y fieles a sus ideales hasta la muerte. Todos caen: incluso quienes en algún momento fueron verdugos. El libro ofrece un genial retrato psicológico de sus personajes. Y, aunque es deprimente, hay un dejo de ironía detrás de todo lo que en él acontece.
La novela es una excelente crítica a uno de los regimenes totalitaristas más brutales que haya conocido el siglo xx. Uno de los personajes escribe desde la prisión: “Lo que haría falta hoy serían libros fulgurantes, llenos de un álgebra histórica irrefutable, plenos de acusaciones sin piedad, libros que juzgaran este tiempo: cada libro debería ser de una implacable inteligencia, impreso con fuego puro. Estos libros nacerán más tarde”. Y bien, El caso Tuláyev podría ser, en definitiva, uno de esos libros. Altamente recomendable.
6 comentarios:
¿como te fue? por la lectura creo que bien...lo demas espero que mejor aun.
ya te extrañabamos
Besos codependientes
A.
Mi querida A:
Me fue muy bien, gracias. Además de leer como desaforada, descansé y me desconecté del estrés citadino. Ahora vuelvo a este invierno y creeme que es duro. Pero yo también ya los extrañaba, así que estoy feliz de volver a la blogósfera.
Besos igualmente codependientes ;)
Suena muy interesante el libro y el tema me atrae.
Creo que como dices, hubo muchísimos rusos que se desencantaron del sistema socialista con la llegada al poder de Stalin.
Veo la trayectoria de Serge muy similar a la del propio Trotsky, que si bien, Trostsky fue político, la trinchera de Serge fue la literatura.
La historia de la Unión Soviética hubiera sido otra si Stalin no hubiera tomado el poder. Ese legado de sangre dejó manchadas las páginas de la historia del socialismo.
Saludos
No leí a Serge pero me interesa la literatura del periodo (Bulgákov, Pilniak, Bábel, Ajmátova, Tsvetáieva), que me parece una segunda edad dorada de la literatura rusa, desgraciadamente destruida por el realismo socialista. He visto el libro en mesas de saldos, así que lo voy a buscar para leerlo. Gracias por aportar este tipo de material fuera de los dictados de la moda.
Saludos.
¡Hola Strika!
Bienvenida de regreso al tu Blog.
Voy a buscar este libro, me parece una lectura muy agradable...
Creo que a Stalin lo vencio su propia personalidad, agresiva y egolatra, y asi mantuvo el regimen comunista, con un puño de hierro opresor. No se que hubiera sido del comunismo con Trotsky, pero creo que no habia un sucesor para Lenin, Rusia no estaba preparada para un sistema tan avanzado y utopico.
Saludos,
Hugo
El libro que yo leí es uan traducción de David Huerta (escritor y poeta mexicano) y está publicado por Ediciones del Equilibrista, una editorial mexicana. De hecho, lo encontré en una venta de remate de libros que hubo en la ciudad de México hace un par de semanas. Pero creo que Alfaguara sacó otra edición hace poco.
Gracias a todos por sus comentarios. :)
Strika
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